Los rostros de las imágenes parecen planos, como perfilados con un lápiz o pintados con un pincel sobre un lienzo. El vivo brillo de los ojos y el hiperrealismo del fondo de la imagen son los únicos indicios de que no contemplamos un dibujo, una pintura o un collage; sino el retrato de una persona de carne y hueso.

2D or not 2D (2D o no 2D) —un título referido al "ser o no ser" de Shakespeare— une en un mismo proyecto la fotografía de Alexander Khokhlov y el maquillaje de Valeriya Kutsan para "engañar a la mente" con una colección de imágenes basadas en obras de arte.

El dúo creativo de Moscú (Rusia) comenzó a colaborar en 2010 con Weird Beauty (Belleza rara), una serie de retratos de modelos con motivos inusuales dominando el rostro (la cara de Mickey Mouse, un circuito de ordenador, la lazada de un corsé...). Pronto se les unió Veronica Ershova, mujer y habitual colaboradora de Khokhlov, que en esta última iniciativa creativa posprodujo las imágenes y además fue modelo de una de las fotos caracterizada como una serena Gioconda pixelada.

La repetición, el constante émulo del original y la frivolización que practicó Andy Warhol en su lenguaje creativo estimularon al fotógrafo y a la estilista. Entre las imágenes de la serie hay homenajes al impresionismo, al arte pop de Roy Lichtenstein, al vanguardista Piet Mondrian... En contraste con los clásicos, también hay guiños a obras recientes como el retrato de Obama de Shepard Fairey o las ilustraciones digitales de Tom Lane.

Han maquillado y retratado caras emulando los trazos erráticos del lapiz, la espesura de la pintura, la ligereza de las tramas de cómic y la confusión de los píxeles. Tras hacer numerosas pruebas y analizar los originales, Kutsan tardaba entre dos y cuatro horas en realizar el estilismo de cada imagen; las sesiones de fotos duraban aproximadamente una hora.

En algunos casos las modelos mostraban un gran entusiasmo por verse convertidas en personajes de dos dimensiones. Khokhlov cuenta cómo a una de ellas (Kate) le gustó tanto ser transformada en una de las chicas de cómic de Lichtenstein que decidió no quitarse la pintura amarilla del pelo hasta el final del día: el capricho le pasó factura y tuvo que lavarse la cabeza durante tres días para eliminar el pigmento por completo.