«Se pagan precios desorbitados por el metal y se ha perdido la vergüenza», sentencia el gerente de la chatarrería Diego Romero, que mueve entre 30 y 40 toneladas de cobre al mes. Los chatarreros tienen la obligación de comprobar la procedencia del metal y de registrar la identidad del vendedor. «La Policía nos visita a menudo para ver los listados», explica Diego, quien a diario debe mirar el precio del metal en la Bolsa de Londres.
No obstante, algunos, como Óscar Lao, electricista, reconoce que «si llevas poca cantidad no te piden el DNI». «Conseguir en obras un kilo de cobre es muy sencillo, no os podéis hacer una idea del dinero que se mueve en este campo», dice Diego Romero, quien explica que al aluminio le ocurre algo parecido al cobre, ya que por un kilo se paga 1,5 euros. Los chatarreros, a su vez, venden la mercancía a fábricas como Locsa, que también ha sufrido algunos robos.
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