Éstos son dos de los motivos fundamentales por los que los alicantinos se deciden cada vez más a comprarse uno de los dos modelos Radarcan, que se venden aquí como churros y a razón de 50 a la semana (7 al día).
Ultrasonidos
El antiladridos se pone en funcionamiento nada más oír al perro, emite al instante unas potentes ondas ultrasónicas que molestan al animal «sin causarle daño», según uno de los responsables de la empresa que ha patentado el aparato, César Blanco.
El perro asocia sus ladridos a la aparición de este estímulo desagradable y deja de ladrar. Varios vecinos consultados por 20 minutos han asegurado que ellos lo usan para que se calle el perro del vecino y así poder dormir, aunque tienen que situarlo en un lugar cercano al can y no puede haber ninguna pared por medio.
El otro aparato tiene dos funciones, la de adiestrar a los cachorros mediante el uso de los ultrasonidos para «una mejor convivencia con el hombre» y la segunda, para defenderse si un perro viene directo a nosotros al pasear o ir en bici, por ejemplo (la más utilizada).
Basta con dirigir el aparato hacia el perro y pulsar una de las dos posiciones del botón. Hay dos niveles, para evitar que el can se habitúe a una frecuencia ultrasónica.
Para los responsables de Radarcan ninguno de los dos modelos produce en el animal ningún daño. Cuestan unos 100 euros y pueden comprarse en grandes almacenes. Más, en la página web www.radarcan.es.
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«Produce en el animal una molestia no dañina que les invita a ceder en la acción inadecuada que están realizando»
César Blanco Es director de marketing de la empresa barcelonesa Radarcan
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