Proliferan en la capital los minilocales de comida para llevar

  • Locales minúsculos, con comida para llevar y muy baratos.
  • Una moda que triunfa en el centro. Los vecinos protestan porque fomenta el botellón.
Una cliente, adquiriendo un producto en un miniestablecimiento de take-away de Malasaña.
Una cliente, adquiriendo un producto en un miniestablecimiento de take-away de Malasaña.
JORGE PARÍS
Una cliente, adquiriendo un producto en un miniestablecimiento de take-away de Malasaña.

Vegetarianos, italianos, tailandeses, japoneses, de perritos calientes... hasta de zumos recién exprimidos. Están por todos lados, tanto que lo que en un principio se veía como una moda ya se puede considerar como una forma más de salir por la capital. Son los mininegocios de take-away: locales minúsculos (no más de 30 metros cuadrados), con alimentos para llevar, baratos y abiertos casi a cualquier hora del día.

Este tipo de establecimientos no solo han cambiado el paisaje urbano de la ciudad (sobre todo en el centro, donde se han instaurado con más fuerza), también han provocado polémica entre los residentes: "Ya hemos elevado diversas quejas al Ayuntamiento porque fomentan el botellón. Son bares camuflados. Con ellos, los chinos lateros que venden alcohol en la calle hacen su agosto", explica Isabel Rodríguez, portavoz de la asociación de vecinos del barrio de Universidad.

"Son muy lucrativos"

"Su boom ha sido muy fuerte. No se puede contabilizar cuántos han abierto. Pero desde hace año y medio podrían contarse por decenas, y solo en el centro de la capital", aseguran desde Madrid La Viña, la mayor asociación hostelera de la región. "Son muy lucrativos. Necesitan menos mano de obra, su alquiler es más bajo y algunos tienen más fácil adquirir licencia puesto que se registran como establecimientos de alimentación, no como hosteleros. Muchos de ellos también cierran más tarde y abren prácticamente todo el día", explican desde La Viña.

Un local pionero de esta moda es La Vita é Bella, una pizzería regentada por sicilianos inaugurada hace unos años en la plaza de San Ildefonso (Centro). En su local, Federica explica el secreto de su éxito: "Ofrecemos productos recién hechos, pero muy baratos. Nuestra porción de pizza tradicional cuesta solo 3,5 euros. La mitad que en otras pizzerías. No necesitamos más. Ni siquiera vendemos alcohol". No es para menos. En apenas media hora, por la mañana, y un día entre semana, contabilizan unos cinco clientes. Y eso que no es el mejor momento del día para el negocio: "A las tres de la madrugada, cuando la gente sale de los bares, se forman unas colas enormes. Hay pocos sitios donde comer a esa hora en Madrid".

En plena expansión

La comida rápida se está convirtiendo en una de las mejores empresas a montar en época de crisis. Solo entre 2010 y 2011 se han abierto 28 grandes franquicias del tipo take-away. "Es un negocio en plena expansión", aseguran desde la Asociación Española Multisectorial de Microempresas.

"No nos gusta que nos cataloguen como comida rápida. La gente quiere productos de calidad, y si pueden ser nutritivos y dietéticos, mejor que mejor", afirma una dependiente de uno de un minirestaurante vegetariano de Malasaña.

Vender ropa... y también copas

"Tenemos alguna queja, sobre todo por el centro, de tiendas de ropa y de otros locales que nada tienen que ver con la hostelería ni el take-away, que aprovechan para vender comida o copas. Eso no se puede tolerar. Hay que denunciarlo", afirma Antonio López, presidente de Cecu, la Confederación de Consumidores y Usuarios. "Debería haber una licencia específica para este tipo de cosas. A este paso cualquiera va a poder servir comida. Además, provocan mucho ruido porque abren hasta altas hora de la noche", explica.

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