No es exagerado pensar que sin la intervención del diseñador gráfico Saul Bass (1920-1996), el impacto de algunas películas no habría sido el mismo. ¿Quién salía indemne de las secuencias iniciales de El hombre con el brazo de oro (Otto Preminger, 1955), Anatomía de un asesinato (Otto Preminger, 1959), Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958) o Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960)?

En esas cuatro películas, y en muchas otras decenas en las que se encargó de dirigir y diseñar los créditos y cartelería, Bass cambió la forma de presentar un largometraje. Hizo de cada secuencia inicial una pequeña obra de arte y también un resumido compendio del espíritu e intenciones de la película que veríamos a continuación. En algún caso, los créditos superaban, de largo, a la película.

Durante más de cuarenta años fue el más celebrado e indiscutible rey de los títulos de crédito. Los grandes directores se peleaban por tener a Bass a bordo: era una garantía de que los espectadores, nada más empezar a rodar las bobinas en el proyector, iban a engancharse con la historia que se desarrollaba en la pantalla.

El libro Saul Bass: A Life in Film & Design (Saul Bass: una vida en el cine y el diseño), que edita este mes Laurence King Publishing, recopila la trepidante e influyente obra del diseñador que rompió moldes y marcó la cultura visual de la segunda mitad del siglo XX. El volumen, de gran formato, contiene 1.400 ilustraciones y recoge la práctica totalidad de la obra gráfica de Bass.

Está escrito por Jennifer Bass, hija de Saul y también diseñadora, y Pat Kirkham, profesor de Historia del Diseño y las Artes Decorativas. El prólogo es del director de cine Martin Scorsese, admirador confeso de Saul Bass, que dirigió los créditos de algunas de sus películas: Uno de los nuestros (1990), El cabo del miedo (1991), La edad de la inocencia (1993) y Casino (1995).

Nacido en Nueva York, Bass estudió una maestría profesional en Diseño y empezó a colaborar en el negocio de la promoción cinematográfica haciendo carteles y anuncios para películas. Su primer trabajo de cierta importancia fue el póster de Carmen Jones, que dirigió Otto Preminger en 1954. El director quedó tan impresionado que decidió encargar a Bass la secuencia inicial de créditos de El hombre con el brazo de oro, una película en la que Frank Sinatra interpreta a un músico de jazz adicto a la heroína.

El joven diseñador vió la oportunidad para realizar algo más que las secuencias al uso, limitadas a una sucesión de cartones con nombres impresos. Quería que los créditos contribuyeran a preparar al espectador para la película. En la cinta de Preminger jugó con recortes de papel y con un brazo esquemático en tensión para bosquejar la tragedía de la toxicomanía.

Para Hitchcock, realizó memorables créditos, como los kinéticos de Con la muerte en los talones (1959) y Vértigo. También realizó los de Psicosis y mantuvo una dura polémica con Hitchcock, porque Bass reclamaba que la famosa secuencia de la ducha había sido esbozada por él en el proceso de realización de la secuencia inicial.

Además de seguir en el negocio del cine, con trabajos tan dispares, pero siempre sorprendentes, como West Side Story (Robert Wise, 1961), El mundo está loco, loco, loco (Stanley Kramer, 1963) y El secuestro de Bunny Lake (Otto Preminger, 1965), Bass se dedicó al diseño gráfico corporativo y fue el autor de decenas de logotipos de empresas.