Diálogo, acuerdos, consenso... Es decir, todo lo que no hubo en sus cuatro de años de Gobierno. Ese fue el eje central del discurso de Rajoy, consciente de que a la tercera (investidura) va la vencida y de que tendrá que gobernar sin mayoría absoluta. Continuista en lo programático, más breve y conciliador en el tono, a diferencia del discurso anterior. Entonces sabía que iba a perder; ahora su victoria está asegurada… gracias al PSOE. Aunque para ello haya tenido que abrirse en canal y pueda morir en el intento. Consciente de cómo sangra la herida, Rajoy cambió los reproches por mano tendida, aflojó con Cataluña e hizo una inesperada mención a la corrupción de su partido. Qué menos. Y ya de paso, una carantoña a Rivera, a quien ninguneó en su investidura fallida. Sánchez, entretanto, asesinado pero no enterrado, por fin estuvo en el hemiciclo. Ahora solo falta saber qué votará.
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