OPINIÓN

Lo que Rajoy se juega en Cataluña

Vicente Vallés
Vicente Vallés
CEDIDA POR EL GOBIERNO CANARIO
Vicente Vallés

Dicen los militares bregados en guerras de verdad, y no solo en ejercicios teóricos y juegos de ordenador, que no hay estrategia, por buena que sea, que supere su reválida una vez que entra en contacto con un campo de batalla real. Cuando empiezan los disparos pasan cosas que no se habían podido prever, y entonces se sabe cuán brillante era el estratega.

Cada político tiene su mito, y el de Rajoy es que pasa por los cargos sin tomar decisiones. Es más conocido por lo que no hace, que por lo que hace. En el caso de Cataluña ha tenido que hacer, aunque eso haya ocurrido forzado por los acontecimientos. Ha aplicado el artículo 155, como nadie lo había hecho hasta hoy. Y ha convocado elecciones catalanas, cuando podía haber esperado a celebrarlas en enero, en febrero, en marzo, o más allá. Nadie sabe qué habría ocurrido si las cosas se hubiesen hecho de otra forma. Pero cuando conozcamos el resultado de estas elecciones sí sabremos hasta dónde la estrategia de Rajoy ha superado su reválida en contacto real con el campo de batalla de Cataluña.

Si los independentistas alcanzan de nuevo la mayoría absoluta estaremos ante el mayor fracaso político del presidente, y se cuestionará su buen juicio al haberse apresurado a convocar las urnas cuando podía haber hecho eso que tanto se supone que le gusta, que es esperar. Una mayoría absoluta de los partidos del procés sería un escarnio para el presidente del Gobierno, y los escarnios en política suelen tener consecuencias. Cuesta imaginar qué gestión haría Rajoy de una situación como esa para conseguir, como pretende, la supervivencia durante mucho más tiempo de la legislatura nacional, con una minoría parlamentaria tan acentuada.

Por el contrario, si la estrategia de aplicar el 155 y convocar de corrido las elecciones deriva en el fin de la mayoría absoluta independentista, el mito del astuto e invencible Rajoy se engrandecerá ante los suyos y ante los ajenos, y el presidente que aspira a perpetuarse en Moncloa estaría en mejores condiciones de alcanzar ese objetivo.

Nada está escrito hasta que lo escriban los electores con su voto. Y la realidad nos indica que últimamente los votantes españoles han escrito con letra poco legible. La confusión política se instaló entre nosotros cuando el país decidió que ya no quería un sistema de dos partidos, sino de cuatro. Pero no supo qué hacer con esos cuatro, porque a ninguno le dio la opción de gobernar, y en España, al contrario que en otros países europeos, a pocos les gusta pactar porque eso supone ceder ante el adversario y convivir con el rival. Sin cultura de pacto es difícil gestionar la atomización del voto. Y si en el ámbito nacional el voto se atomiza en cuatro, en Cataluña hay hasta siete. Pronto sabremos si de esta situación diabólica Rajoy sale políticamente ileso, o no.

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