VICENTE VALLÉS. PERIODISTA
OPINIÓN

La Diada permanente

Las sociedades evolucionan. Ahora, abatir (matar a) terroristas yihadistas provoca homenajes a la policía catalana por su efectividad. En otro tiempo, un policía nacional o un guardia civil era considerado por algunos como un asesino si en medio de un tiroteo abatía (mataba a) un etarra. En aquellos años, las manifestaciones contra el terrorismo solían ser más bien silenciosas y respetuosas, muy centradas en las víctimas. Ahora son pretendidamente ruidosas y desconsideradas. Todo es 1-O.

El independentismo no tiene pausa. De ahí que nada escape a su influjo. Ni siquiera el rastro de muerte dejado por una furgoneta en su alocado y criminal sprint por la Rambla. Las urnas de la secesión no dejan de estar presentes ni en la marcha contra el terror, ni en los partidos de fútbol, ni en una huelga en el aeropuerto de El Prat, ni por o contra Arabia Saudí, ni en la fuga de Neymar, ni en los fichajes del Barça (“Visca Barça, visca Catalunya”, publicó un alelado Dembélé en su cuenta de Twitter; el Barcelona ha fichado a un patriota). Un proceso de sedición del que participa todo el independentismo, pero diseñado por la CUP, sólo podía ser así: una “Diada permanente”, siguiendo el viejo dictado marxista y troskista de “la revolución permanente”.

Rajoy ha transitado por este procés dentro del procés con una actitud que, analizada por quienes son sus más acérrimos admiradores, puede ser juiciosa y hábil: dejar a la Generalitat que lidere el postatentado, en la seguridad de que serían ellos quienes romperían el consenso, gritarían e insultarían, poniéndose en evidencia. Pero ese estilo político tan marianista tiene el riesgo de ser considerado también como una demostración de que el Estado dimite (otra vez) en Cataluña, y de que el presidente del Gobierno es débil, pusilánime, e incapaz de defender con la firmeza debida la postura de quienes se quieren ver representados por él. Es el síndrome de Chamberlain.

El ejemplo más representativo de la diferente actitud de unos y de otros se dio 24 horas antes de la peculiar manifestación de Barcelona. Rajoy compareció ante los medios para destacar el trabajo de los mossos d’esquadra, y poner de relieve la colaboración entre la administración central y la de Puigdemont. A esa misma hora, Puigdemont acusaba a Rajoy casi de alta traición en la prensa internacional. No había dado tiempo todavía ni a identificar a todas las víctimas.

El legado político del presidente depende de lo que pase el 1 de octubre. Ese día sabremos quién ríe el último y, por tanto, mejor. Rajoy lleva meses asegurando que no se votará. Pero dijo lo mismo antes del 9-N, y se votó. Sería políticamente insostenible para él que pasara lo mismo por segunda vez. Y sería insostenible para el Estado de Derecho y para España, tal y como la hemos conocido.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento