VICENTE VALLÉS. PERIODISTA
OPINIÓN

El populismo y la postverdad

Vicente Vallés
Vicente Vallés
JORGE PARÍS
Vicente Vallés

La era de internet y sus redes sociales ha transformado la forma de hacer política y, en alguna medida, ese mecanismo ha tenido ya efectos electorales. Barack Obama fue uno de los primeros en aprovechar las nuevas capacidades de comunicación que ya existían en 2007, cuando inició su primera campaña electoral hacia la presidencia en 2008. Supo utilizar internet para generar una enorme cantidad de recursos económicos mediante pequeñas donaciones de cinco o diez dólares. Ya no dependía solo de los ricos o de los lobbies.

Pero internet ha permitido algo más. Ahora los políticos pueden hablar directamente a los votantes sin necesidad de los intermediarios tradicionales: los medios de comunicación. Los medios no desaparecen, pero ya no son los únicos transmisores de mensajes. Eso evita que las palabras del político tengan que pasar siempre por un filtro para llegar a su destinatario. Eso es bueno para ellos. Aunque, como todo, también tiene sus aspectos menos positivos: cuando no hay filtros que verifiquen la veracidad de las afirmaciones es más fácil desplegar medias verdades y mentiras completas. El ejemplo más ilustrativo es el éxito de audiencia (y económico) que tienen algunas webs dedicadas a contar noticias falsas. Y hay un sector social muy amplio que asume esas falsedades con el mismo entusiasmo que si las hubiera leído en The New York Times.

Ahora, si la verdad no coincide con el interés de ese tipo de lector, se pueden buscar otras ‘verdades’ alternativas, aunque poco o nada tenga que ver con la realidad. El populismo engorda gracias a este nuevo modelo. Es eso que Ralph Kayes ha definido como la ‘posverdad’, y que ha encontrado en Donald Trump a su profeta.

Desde que ganó las elecciones el 8 de noviembre, Trump se ha sometido a preguntas un par de veces ante medios seleccionados. Pero, sobre todo, se ha comunicado a través de Twitter y de un corto vídeo colgado en Youtube. En ese vídeo ha prometido crear empleos, renegociar los acuerdos comerciales, terminar con las restricciones en la producción energética e imponer límites a los lobbies. De repente, sus principales mensajes de campaña, los que en buena medida le han convertido en presidente, han desaparecido. Por ahora no hay una palabra, o es muy escasa, sobre el muro en la frontera, ni sobre la deportación masiva de inmigrantes, ni sobre extremar la vigilancia a los musulmanes, ni sobre su inicial deseo de desmontar el sistema de salud creado por Obama.

En el fondo, los líderes políticos populistas no son tan distintos de los tradicionales. A unos y a otros les es aplicable en la misma medida la teoría de quien fuera gobernador del estado de Nueva York Mario Cuomo: "Se hace campaña en verso y se gobierna en prosa".

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