CARLOS SANTOS. PERIODISTA
OPINIÓN

El despacho de Soraya y el tractor de Mariano

Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
¡Vaya por dios, resulta que ya se puede hablar con los legítimos representantes de los catalanes y vascos sin que se rompa España! Ya no son solo manitas bajo la mesa, es un diálogo a pecho descubierto tras cinco años de cerrazón que no han conducido a nada bueno. Mientras la Moncloa y Ajuria Enea se echan los tejos, la vicepresidenta del Gobierno monta un despacho en Barcelona, dispuesta a todo. Aunque lo primero que a uno se le viene a la cabeza es que mejor nos habría ido a todos si ese despacho se hubiera montado hace cinco años, nunca es tarde si la intención es buena. La intención parece tan buena que no hay más remedio que recordar el intercambio de ripios, que ahora cobra sentido, entre el presidente del Gobierno y el portavoz de los nacionalistas vascos durante el debate de investidura. Empezó Aitor Esteban:

-Si bien me quieres, Mariano, da menos leña y más grano

Remató Mariano Rajoy:

-Si quieres grano, Aitor,te dejaré mi tractor

Los hechos confirman que Rajoy no da puntada sin hilo y que lo del tractor no era una broma: era una propuesta. En el pescante de ese tractor está desde el minuto cero Albert Rivera y al estribo se ha subido en marcha el PSOE con su apoyo al llamado techo de gasto, a cambio de una subida del salario mínimo del 8%, lo que facilita la aprobación de los Presupuestos y el cumplimiento de las obligaciones europeas. De aquí a nada podría subirse también el PNV. Ya no son juegos de palabras: son conversaciones directas. Es la posibilidad cierta de que los nacionalistas vuelvan a contribuir a la "gobernabilidad del Estado" mediante pactos que, con el fragmentado Parlamento actual, son más necesarios que nunca.

Hace una semana advertíamos aquí de los riesgos de que alguien quiera hacer un frente nacional PP-PSOE-Ciudadanos dejando fuera a uno de cada tres parlamentarios, que defienden un concepto diferente del Estado pero también lo representan. Aunque solo sea porque a la fuerza ahorcan, el Gobierno parece dispuesto a esquivar ese riesgo. Mientras el presidente Rajoy y el lendakari Urkullu se hacían los primeros guiños, el delegado del Gobierno en el País Vasco, Carlos Urquijo, que en los últimos años ha estado en la primera fila del combate jurídico contra los nacionalistas, hacía una sorprendente declaración:

-Nuestra voluntad siempre ha sido la misma: entendimiento, diálogo, lealtad, cooperación… Aunque en ocasiones haya tenido más trascendencia pública el desacuerdo que el consenso, los políticos estamos obligados a escuchar y atender al que piensa diferente.

Con esa intención, "escuchar y atender al que piensa diferente", Rajoy vuelve a tener hilo directo con Urkullu, Cristóbal Montoro negocia con el consejero de Hacienda vasco, Pedro Azpiazu, y Sáenz de Santamaría monta un despacho en Barcelona, empeñada, dicen, "en rebajar tensiones que no conducen a nada". No sabemos qué saldrá de ese despacho ni de las conversaciones que mantendrá con el Gobierno catalán (si no habla con la Generalitat, para ese viaje no hacen falta alforjas ni despachos), pero conforta saber que se producen y que nadie sale por ahí diciendo "se rompe España" y esas tonterías que decían cada vez que otros intentaban dialogar con un catalán o un vasco.

Quienes pensamos que donde otros vuelan puentes lo que hay que hacer no es levantar muros, sino, precisamente, tender nuevos puentes, estamos de enhorabuena. Ya solo falta que se tiendan también puentes a Podemos, que por su cuenta ha abierto vías de entendimiento con los periféricos en Galicia, País Vasco, Navarra o Cataluña. Lo lógico, natural y deseable es que para los pactos de envergadura, como esa reforma de la Constitución que todos creen necesaria, se cuente con Podemos. ¿Parece imposible? También parecía imposible, tras cinco años de enfrentamientos tribales, todo lo que estamos viendo y de aquí a nada, a este paso, en el tractor de Mariano no cabrá un alfiler.

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