Polémica de alto voltaje en Unicode, el organismo que se encarga de estandarizar a nivel mundial los caracteres y signos utilizados en informática, incluyendo los famosos emoji: algunos de los representantes más activos y relevantes de la organización se niegan a la aprobación de una caca enfadada dentro de la nueva lista de emoji que saldrá al público en junio de 2018: "El desecho orgánico no es bonito", clama en un informe interno recién desvelado por Buzzfeed el tipógrafo y miembro del comité Michael Everson: "La idea de que nuestros comités aprueben más iconitos basados en este debería avergonzar a cualquiera que vote sí a esta excrecencia. ¿Tendremos que añadir después una caca llorando? ¿Una caca sacando la lengua?...". Una preocupación que resume otro miembro de Unicode, Andrew West: "¿De verdad hay necesidad de añadir una gama de emociones a la caca emoji? Creo personalmente que cambiar la caca por una caca sonriente fue una mala idea, pero añadir una caca enfadada como contraparte es incluso peor".

Las controversias –más o menos agrias– alrededor de los famosos iconos de internet se están convirtiendo en una constante en nuestra posmodernidad digital. Hace solo unas semanas, el jaleo en redes sociales alrededor del emoji que utiliza Google para representar una hamburguesa llevó a su CEO, Sundar Pichai, a prometer en Twitter que aparcaría "todo" lo que estuviera haciendo la compañía hasta encontrar una solución al problema. Su pecado: haber colocado el queso de la hamburguesa-emoji por debajo de la carne y pegado al pan, lo que para algunos ‘expertos’ arruinaría el bollo… Pero para polémicas emoji-gastronómicas, España se lleva la palma. Tras la pelotera digital que se montó con la primera propuesta de Unicode de una paella-emoji llena de chorizo y langostinos al más puro estilo Jamie Oliver, los responsables valencianos de la campaña lograron que casi todas las versiones emoji de la paella (en los diferentes servicios de mensajería y dispositivos) se acerquen razonablemente a los estándares valencianos o mediterráneos del plato.

Cada compañía tecnológica puede decidir los detalles de diseño final de sus emoji, pero es Unicode la que tiene la competencia de crear cada uno de ellos y de darles su forma estándar. Es decir, que a los responsables de este organismo –creado en los noventa con la ‘simple’ misión de asignar un código informático universal y único a cada uno de los caracteres de las lenguas existentes en el mundo (para evitar que algún ordenador no fuera capaz de reproducirlos)– les ha caído encima la inmensa responsabilidad de crear el que se está convirtiendo en el lenguaje digital universal y lidiar con él. El carácter pictográfico o ideográfico de los emoji, el hecho de que se basen en la representación gráfica o en la idea de lo que representan y no en una transcripción fonética (como la mayoría de los idiomas actuales), facilita su comprensión por cualquier persona del mundo, independientemente de la lengua que hable, como ocurría con algunos lenguajes escritos antiguos (los jeroglíficos egipcios o el chino antiguo, por ejemplo).

Quién le iba a decir a Scott Fahlman, el matemático de la Universidad Carnegie Mellon de EE UU que creó el primer smiley en 1982 para facilitar la distinción de mensajes sarcásticos o tristes en el animado foro online de discusión de la universidad, que su invención llegaría tan lejos… Desde el momento de su creación, los emoticonos (o emojis, del japonés ‘e’ (絵, imagen) + ‘moji’ (文字, letra) se revelaron como un gran aliado para añadir emociones a mensajes cortos de texto en el ordenador o el móvil que no contaban con los matices del lenguaje gestual o del tono de voz. Y todavía hoy,  a pesar de las hilarantes disputas en torno a paellas, hamburguesas o cacas, los emoji más utilizados del mundo son aquellos que representan emociones, como la carita llorando de risa, el corazón, la carita con corazones en los ojos o la que lanza besos.