ROSALÍA LLORET. PERIODISTA Y EXPERTA DIGITAL
OPINIÓN

Chucky 2.0

Rosalía Lloret, periodista.
Rosalía Lloret, periodista.
JORGE PARÍS
Rosalía Lloret, periodista.

Será el verano, pero no me he podido resistir a la tentación del titular gancho (o clickbait, como lo llaman ahora). ¿Quién no ha oído hablar o recuerda la escalofriante peli de ‘Chucky, el muñeco diabólico’? Hay una especial fascinación/aprensión hacia la idea de un muñeco que pueda ‘tomar vida’ y establecer una relación directa e incontrolada con nuestros hijos en la intimidad de sus habitaciones, aunque no sea un muñeco vudú asesino como el malvado Chucky. Quizá por ello, el FBI ha extremado el celo con su reciente alerta general a padres para que tomen todas las precauciones necesarias con los nuevos muñecos inteligentes ‘conectados’ que compran a sus hijos y meten en sus casas.

La advertencia del FBI explica que los juguetes inteligentes aprenden de la interacción con los niños y personalizan su comportamiento gracias a la utilización de “sensores, micrófonos, cámaras, almacenamiento de datos y otras capacidades multimedia -incluyendo reconocimiento de voz y GPS”. “Estas características”, añade la agencia, “podrían poner en riesgo la privacidad y la seguridad de los niños debido a la enorme cantidad de información personal que podría filtrarse involuntariamente”. El FBI hace referencia a datos como el nombre del niño, su edad, colegio o dirección -que podrían obtenerse de la conversación del pequeño con el muñeco-, además de las fotografías, vídeos o localización GPS que algunos juguetes también recogen. Una información que habitualmente se envía por Internet a los servidores de la compañía fabricante del juguete -o en ocasiones de terceros- para garantizar la respuesta más adecuada por parte del muñeco.

Es precisamente esta conexión a Internet de los muñecos inteligentes, si no está adecuadamente protegida y encriptada en todos sus extremos, la que puede abrir una brecha de seguridad. Como fue el caso de las primeras Barbies inteligentes, ‘Hello Barbie’, que se conectaban automáticamente a cualquier red wifi con la palabra ‘Barbie’ incluida en el nombre, sin más comprobaciones ni contraseñas, según descubrió la firma de seguridad Bluebox…  O, más recientemente, los ‘CloudPets’, unos tiernos peluches conectados que fueron protagonistas de un embarazoso y masivo filtrado de información el pasado febrero. Los CloudPets permiten -entre otras cosas- que padres e hijos intercambien mensajes cuando están separados: la niña o niño puede grabarlo desde el propio peluche y enviarlo a una app en el móvil de sus padres, y éstos últimos pueden hacer lo propio en sentido contrario. Todo ello pasando por la ‘nube’ (cloud) de la fabricante de los peluches, claro. Y aquí estuvo el problema: los mal protegidos servidores de Spiral Toys dejaron a merced de los hackers hasta 800.000 contraseñas y dos millones de mensajes de sus usuarios, según denunció la revista online Motherboard.

El potencial riesgo de los muñecos conectados mal protegidos no solo está en el filtrado de información personal en Internet, sino también en la posibilidad de hackeo -y, por tanto, de control- de los propios juguetes por parte de un extraño. De hecho, el pasado febrero, la agencia federal de comunicaciones de Alemania (Bundesnetzagentur) pidió a los padres alemanes que destruyeran las nuevas muñecas inteligentes ‘Mi amiga Cayla’ que pudieran haber comprado a sus hijos, tras comprobar que el dispositivo Bluetooth insertado en las muñecas podía ser hackeado para mantener conversaciones no toleradas con los niños. Tanto el distribuidor de la muñeca, el grupo inglés Vivid Toy, como la asociación de jugueteros del Reino Unido, aseguraron que la muñeca no presentaba riesgos, ya que los casos de hackeo habían sido aislados y llevados a cabo por especialistas. Pero la ley alemana -por motivos históricos comprensibles- es especialmente dura con los ‘dispositivos de grabación/espionaje’ no tolerados. Solo faltaba que después de los nazis y de la Stasi les viniera a espiar una dulce muñeca rubia.

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