RAFAEL MATESANZ. DIRECTOR DE LA ORGANIZACIÓN NACIONAL DE TRASPLANTES
OPINIÓN

Turismo de células madre - II

El doctor Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes.
El doctor Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes.
ONT
El doctor Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes.

Hace unos días describíamos el inquietante panorama internacional del llamado "turismo de células madre". Enfermos mayoritariamente graves que van a otro país para recibir un tratamiento fuera de las coordenadas de la medicina oficial. Decíamos que la meca de este nuevo negocio (difícil llamarle medicina) está en China, pero que no pocos países de Latinoamérica con legislaciones laxas ofrecen variadas intervenciones seudomilagrosas con células madre. Señalábamos que quienes emprendían esta aventura, habitualmente enfermos desesperados o que buscan soluciones mágicas que la medicina moderna no puede ofrecer aún, tienen asegurado un coste económico elevado al que hay que añadir unos riesgos difíciles de valorar pero reales derivados de unos tratamientos no probados ni en cuanto a eficacia ni en cuanto a seguridad. La aparición de tumores tras el uso de células embrionarias es un buen ejemplo pero no el único.

¿Qué ocurre en Europa o USA? Por descontado que tanto la Unión Europea como USA tienen legislaciones y controles mucho más estrictos. Sin embargo estas normativas tampoco impiden que este sector, tan prometedor como difícil de controlar muestre su lado oscuro a ambos lados del Atlántico.

Algunos ejemplos: hace unos pocos años estalló en Alemania el escándalo de la clínica X Cell Center de Dusseldorf, el mayor exponente del llamado "turismo de células madre" en la Unión Europea, cerrada tras el fallecimiento de varios enfermos a los que se aplicaron tratamientos prohibidos en otros países tras cobrarles más que respetables sumas de dinero y atraer a pacientes desesperados de medio mundo con la promesa de que todo o casi todo se puede curar con células madre. En Italia hace 3 años saltaba el escándalo de la Fundación Stamina, como suele ocurrir con las fundaciones y mas en este campo "teóricamente sin ánimo de lucro", que había sometido en un hospital público a 30 niños con enfermedades incurables a tratamientos sin base ni control, sobre la teórica base de un uso compasivo. Las acciones emprendidas por las autoridades sanitarias, apoyadas por la comunidad científica chocaron de frente con los padres de los enfermos buscadores del milagro y con parte de la opinión pública siempre dispuesta contra la versión oficial, hasta el punto que se les permitió seguir con sus inútiles tratamientos aunque se regulara su no utilización futura. Podríamos seguir con ejemplos en países como Ucrania, con una larga tradición en estas actividades pero la lista sería interminable.

En USA se acaba de publicar un interesante análisis del llamado "negocio de células madre" realizado con búsquedas en internet. Los autores concluyen que la situación descrita plantea serios dilemas éticos, científicos, legales y de política sanitaria. Con este sencillo método encontraron 351 compañías que operaban en 570 clínicas con anuncios directos de tratamientos con células madre. Aunque distribuidas por todo el país, estados como California, Florida, Texas y Colorado se llevaban la palma. Lo curioso es que aunque la mayoría de los tratamientos ofrecidos eran con sus propias células modificadas, de médula o de tejido graso, o bien de placenta o líquido amniótico, también había ofertas de células embrionarias o de animales, algo que evidentemente no encaja con las estrictas normas de la FDA, la agencia USA encargada de estos temas. Los procesos para los que se anuncian también son muy variados, desde aspectos meramente cosméticos, de teórico anti-envejecimiento, o de cirugía plástica, a todo tipo de enfermedades como la parálisis cerebral, el Alzheimer, el autismo, el Parkinson...Es como si toda la desregulación china o de Latinoamérica se hubiera trasladado al interior de USA en los últimos años ante la pasividad de las autoridades americanas.

¿Y en España, que ocurre con este tema? Creo que merece la pena tratarlo específicamente en una próxima columna.

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