RAFAEL MATESANZ. FUNDADOR DE LA ONT
OPINIÓN

Trasplantes 'Blade Runner'

El doctor Rafael Matesanz posa frente al Hospital La Paz.
El doctor Rafael Matesanz posa frente al Hospital La Paz.
JORGE PARÍS
El doctor Rafael Matesanz posa frente al Hospital La Paz.

Si hiciéramos caso a mucho de lo que se dice sobre los trasplantes, podríamos pensar que cualquier día nos encontraremos con unos órganos fabricados con células madre mediante impresoras 3D y después transportados en drones a los hospitales donde unos robots los acabarían trasplantando. ¡Y ahí queda eso!

Lo malo de esta visión Blade Runner del mundo de los trasplantes, exagerada pero que se ha ido deslizando punto por punto en la prensa española o extranjera de los últimos 20 años, es que hoy por hoy dista bastante de la realidad y creerse que es algo que está ahí conlleva el riesgo de descuidar el mundo real por anticuado.

Vayamos por partes: las células madre vienen siendo la eterna promesa de la medicina desde su descubrimiento, hace casi 20 años. Pocos conceptos han sido más publicitados y han levantado más pasiones que la medicina regenerativa centrada en ellas, pese a que sus logros son bastante limitados, si exceptuamos el trasplante de médula o cordón umbilical en el tratamiento de enfermedades hematológicas o congénitas y poco más. Su empleo para fabricar órganos tan solo se empieza a aplicar en tejidos sencillos, de recubrimiento (piel, algunos órganos internos, articulaciones), pero desde luego distan mucho de ser la materia prima para fabricar órganos complejos, como un riñón o un corazón. Hay vías de investigación a largo plazo como la del español Izpisúa utilizando cerdos como incubadoras; son una posibilidad futura que ojalá dé sus frutos, pero nada más.

Las incubadoras 3D (se habla ya de las 4D cuando lo diseñado es capaz de cambiar de forma) son muy atractivas por su simplicidad y sus aplicaciones en múltiples campos, incluida la biología. Desde sus inicios se planteó el uso de las mismas para fabricar órganos transmitiendo a veces la idea de que eran la panacea para acabar con el problema de la creciente demanda de trasplantes.

Lo cierto es que tan solo hay experiencias muy concretas de modelos de piel sintética de momento utilizados en el laboratorio para probar fármacos, o bien de diseño de órganos huecos como la tráquea o la vejiga con material sintético y recubierto con tejido fabricado a partir del propio paciente para evitar el rechazo. Como con las células madre, su uso para diseñar y fabricar un riñón o un corazón y que este se pueda trasplantar se antoja lejano, aunque puede dar mucho juego en el futuro.

Lo mismo podríamos decir del empleo de drones en el transporte de órganos, aunque esté más cercano, al menos técnicamente. Falta por resolver el logro de una mayor autonomía que permitiera volar a cientos de kilómetros, así como la capacidad de transportar una nevera con el órgano y el sistema de refrigeración con sus condicionantes de peso y volumen y sus necesidades de seguridad. Falta también el marco legal, que hoy día no lo haría posible al menos en España, y por fin, sería precisa la creación de una red de transporte con estos aparatos que cubriera todos los hospitales y que tendría que extenderse a otros productos sanitarios como sangre, tejidos o medicamentos, ya que limitado a los trasplantes difícilmente sería rentable. Posible, pero con interrogantes a resolver.

Los robots quirúrgicos son hoy por hoy unos valiosos colaboradores de los cirujanos en determinadas especialidades, que han revolucionado muchas técnicas pero que, a diferencia de lo que pudiera pensarse por su nombre, siguen y seguirán necesitando el factor humano por muchos años.

En suma, las ciencias adelantan, pero la donación y el trasplante tal y como los conocemos hoy van a seguir sirviendo de modelo mucho tiempo y por tanto hay que seguir cuidándolos y perfeccionándolos.

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