PEPE CERVERA. EXPERTO
OPINIÓN

Brad y Chad: el horror del futuro hiperconectado

Pepe Cervera, columnista de 20minutos.
Pepe Cervera, columnista de 20minutos.
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Pepe Cervera, columnista de 20minutos.

El futuro es el internet de las cosas (IoT, según sus siglas en inglés), nos dicen, y será maravilloso. Neveras que hablarán con el supermercado para encargar las verduras que faltan; lavadoras que conectarán con la ropa para saber qué programa han de utilizar, o automóviles que hablarán entre sí para esquivarse y con el taller para encargar repuestos y revisiones antes de que lleguen las averías. Algunos ejemplos ya están entre nosotros: termostatos inteligentes y conectados para mantener la temperatura idónea con el menor gasto energético, altavoces que escuchan para cumplir con nuestras órdenes verbales, televisores que aprenden, lámparas inteligentes que iluminan mejor y más barato. O, en los ejemplos más psicotrópicos, electrodomésticos inteligentes como licuadoras que hacen zumo pero solo si el cartucho de fruta no está fuera de fecha, botellas de vino que explican el sabor de su contenido (aunque solo si están cargadas) o pulsadores para comprar papel higiénico (una vez adecuadamente programados).

Aunque quizá un mejor vistazo al futuro de la IoT es la experiencia del científico de datos Mark Rittman con su tetera conectada. Rittman, que –recordemos– trabaja con ordenadores, necesitó 11 horas de trabajo para instalar los drivers y conseguir la integración de la tetera con su red wifi para finalmente obtener una taza de té caliente. 11 horas de configuración y hacking casero para una tetera por culpa de su deficiente programación. Cualquiera que alguna vez haya tenido que instalar un hardware en un ordenador (especialmente bajo el entorno Windows) puede imaginarse la clase de infierno que podría ser un futuro hiperconectado bajo estos parámetros.

No hay estándares en el mundo IoT (o sí los hay; demasiados). No hay protocolos de integración, drivers o API; no hay cómo descargar actualizaciones o garantizar la interconexión. Lo que hay son Brad y Chad: los dos programadores veinteañeros a los que les han encargado el trabajo de hacer el software del cacharro y que solo quieren quitarse el problema de encima sin complicarse mucho la vida. Brad y Chad no son mala gente, ni siquiera malos programadores; simplemente nadie les paga para garantizar una buena y sencilla integración de su aparato con los demás, así que ¿para qué se van a molestar? Por encima de ellos los fundadores de la startup ni siquiera se han molestado en pararse a pensar si el producto que están creando tiene mucho sentido (¿una botella que hay que recargar para que sirva el vino?).

De modo que el internet de las cosas puede acabar siendo una casa atestada de cacharros que no solo suponen un peligro para la internet en general, sino que de repente y de modo absurdo se niegan a cumplir con su función, que necesitan descargar una actualización pero son incapaces, que no saben interactuar con sus vecinos. Cacharros que para arrancar necesitan que se instalen drivers y que se masajee el fichero de configuración porque la versión del software del router doméstico es un poco anterior y es necesario hacer un downgrade del sistema operativo, y que imperativamente tienen que tener actualizaciones descargadas para evitar que sean atacados por crackers. Todo ello para llevar a cabo una función para la cual, muy probablemente, ni siquiera hacía falta que estuviesen conectados.

Nuestro futuro interconectado puede ser un grave problema de seguridad; puede ser una catástrofe de privacidad; puede suponer dar entrada en nuestros hogares a empresas, hackers malignos y espías. Pero sobre todo puede acabar suponiendo un quebradero de cabeza de proporciones titánicas para el consumidor. Y todo por culpa de Brad y Chad.

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