MARÍA RAMOS. POLITÓLOGA
OPINIÓN

El debate se gana en el post-debate

María Ramos, politóloga.
María Ramos, politóloga.
JORGE PARÍS
María Ramos, politóloga.

Esta noche se retrasmite en televisión el único debate de la campaña electoral. La novedad es que será el primero con los cabezas de lista de los cuatro principales partidos, porque en el cara a cara a 4 de diciembre por el PP no fue Mariano Rajoy sino Soraya Sáenz de Santamaría.

No hay en España una tradición larga de debates de este tipo en comparación con países como Estados Unidos, donde son cita obligada desde hace décadas y se televisan varios cada elección. Pero aquí igual que fuera despiertan mucha expectación. Las audiencias son muy altas y tienen muchísima repercusión mediática en los días posteriores. De hecho, tan importante o más como el propio debate es el eco mediático que generan.

Los dos primeros debates enfrentaron a Felipe González y Aznar en 1993 y tuvieron unos 10 millones de espectadores. Para el siguiente pasaron 15 años, y fueron Zapatero y Rajoy quienes en las elecciones de 2008 sentaron delante del televisor a 13 millones de personas. Quizá nadie se acuerde de todos los temas que discutieron Zapatero y Rajoy en aquella ocasión, pero ocho años después muchos recordamos todavía todo lo que se habló de "la niña de Rajoy" y el "buenas noches y buena suerte" de Zapatero. El tratamiento mediático de los días posteriores de cada frase y cada anécdota puede resultar crucial.

De hecho, la mayoría de los electores no permanecen ajenos a los debates televisivos. Por las encuestas sabemos que muchos los ven enteros o en parte y que incluso quienes no los de manera directa tienen referencias de ellos a través de internet, televisión, radio o conversaciones. De ahí que sea tan importante el post-debate.

¿Pero de verdad nos influyen los debates a la hora de votar? Cuando se ha preguntado en el CIS, la mayoría dice que no le influyó o que sólo reforzó su voto. Pero también han servido para movilizar a quienes pensaban abstenerse (7-9%), ayudar a decidir el voto (3-4%) e incluso cambiar de partido (1-2%).

Es cierto que el principal efecto que tienen es convencer a los convencidos y reforzar el voto. Y no es casualidad que la mayoría opina que el candidato del partido que votaron fue quien resultó más convincente. Pero también hay espacio para "robar" potenciales votantes. Pablo Iglesias por ejemplo está mal valorado en las encuestas, pero la televisión es su hábitat natural y para la mayoría fue el más convincente en el debate de diciembre. Atención al debate de esta noche, porque hay muchos votantes indecisos y muchos votos en disputa.

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