MANUEL ESCUDERO. ASESOR ECONÓMICO DE PEDRO SÁNCHEZ
OPINIÓN

La reconstrucción del espacio socialdemócrata

Manuel Escudero
Manuel Escudero
EFE
Manuel Escudero

Pedro Sanchez ha presentado su proyecto estratégico "Por una Nueva Socialdemocracia".  Al hacerlo, está respondiendo a una demanda cada vez más sentida tanto en España como internacionalmente. Pensadores, comentaristas y opinión pública en general aseguran que si la socialdemocracia no varía de rumbo, no podrá superar el declive político y electoral en el que está hoy.  Para refundarse, necesita nuevas claves estratégicas. En su proyecto se ofrecen algunas.

Estamos ya en plena transición a la economía digital, donde el trabajo asalariado irá siendo crecientemente sustituido por máquinas inteligentes. La sociedad basada en la información digitalizada nos coloca ante una gran encrucijada: puede significar una sociedad futura sin escaseces, de la igualdad y el bienestar en armonía con los límites ecológicos del planeta, y eso es algo que realmente se puede conseguir en el siglo XXI. Pero también pueden aumentar las desigualdades, los poderes monopolísticos, los beneficios para una pequeña élite. Por eso, la socialdemocracia debería centrar su atención en este periodo de transición, y proponer soluciones que ya no están en los manuales.

Por otra parte, existe obviamente un adversario político para el socialismo español, el conservadurismo del PP. Pero existe también un adversario ideológico, el neoliberalismo.Por supuesto, en algunos círculos liberales o conservadores se considera de mal gusto incluso mencionar el término. Pero el neoliberalismo es un modelo económico y social preciso – en el que vivimos-, dominante desde hace treinta años. De hecho, la socialdemocracia no fue capaz de ver que el capitalismo que pactó el Estado de bienestar en los años 60 no tenía nada que ver con el modelo descarnado del capitalismo neoliberal que ahora soportamos. En esa acomodación se inició su declive.

El capitalismo neoliberal puede seguir arrastrándose durante largo tiempo, pero ya no tiene capacidad de adaptación. Nos trae un futuro (como dice la OCDE) de bajo crecimiento, desigualdades crecientes, deuda inasumible, deterioro ambiental, crisis y estallidos de burbujas especulativas: un futuro frágil, malo para la mayoría, solo bueno para el 1% que acumula más de la mitad de la riqueza del planeta. Quizás la raíz del declive de la socialdemocracia sea que no ha sido capaz de ofrecer una alternativa a este estilo de capitalismo depredador. Y por eso es necesario emprender esa tarea, englobándola en torno a un gran objetivo: trabajar en las nuevas condiciones del siglo XXI por un empleo digno para todos, comenzando por los jóvenes, los grandes expulsados en nuestra sociedad, -y hacerlo además, imprimiendo a la economía una dinámica de transición ecológica.

¿Qué se puede proponer en este campo como vías estratégicas de progreso? Desde luego, para empezar, una política económica en España y Europa que detenga la espiral de la deuda porque es una carga inasumible para nuestros hijos. Necesitamos una economía que fomente las políticas fiscales como elemento central del crecimiento económico, incluyendo una mayor progresividad fiscal para los tramos altos de la renta y para el patrimonio y la riqueza. Un modelo que haga hincapié en la inversión productiva; un cambio de mandato del Banco Central Europeo para que asegure el crecimiento y el empleo; cumplir con el equilibrio presupuestario, por supuesto, pero dentro de un esquema que se dirija al crecimiento; y asegurar el crédito con la creación de un sector de banca pública y otro de banca cooperativa y social. No se trata de que la socialdemocracia renovada se oponga al mercado. Pero deberá poner coto al poder desmedido que los oligopolios y monopolios han acumulado hoy, y sus conductas colusivas en la fijación de precios abusivos, su intromisión opaca en las regulaciones públicas o su elusión de impuestos a través de paraísos fiscales.

Pero no nos engañemos: el núcleo de un nuevo planteamiento económico y social es dotar a España de un nuevo modelo de salarios dignos. No hay que darle muchas vueltas: la clave del estancamiento económico en todos los países desarrollados tiene su base en un modelo de salarios bajos que ha originado la congelación de las rentas del 80% de la gente. No será fácil cambiar este modelo, pero hay que comenzar por la derogación de la Reforma Laboral del PP, trazar con las organizaciones de los trabajadores -los sindicatos- una senda que lleve a dar una poderosa señal al mercado de que cambian los tiempos, poniendo como objetivo la subida del salario mínimo interprofesional a 1.000 euros. Habrá que diseñar nuevas políticas activas de empleo y es conveniente comenzar a pensar en democratizar las grandes empresas mediante la participación de los trabajadores en su gobierno como en Alemania y otros muchos países desde hace tiempo.

Para transitar de modo firme hacia la economía digital que llega, necesitaremos ante todo dotar a nuestra economía productiva de una base industrial vibrante,  con estrategias que van desde un reenfoque de la educación en todos sus niveles hasta la puesta en marcha de fondos soberanos para obstaculizar la compra/despiece por fondos de inversión de empresas estratégicas. Y quizás una de las grandes tareas históricas que deba acometer la socialdemocracia es la construcción de una infraestructura de datos pública, democrática y que respete nuestra libertad. En la sociedad de un futuro que ya es hoy, hay que comenzar a pensar en redistribuir el trabajo asalariado a través del acortamiento de las jornadas de trabajo e ir considerando la posibilidad de abrir una vía hacia la Renta Básica Universal a través de un planteamiento novedoso y dinámico de un impuesto negativo sobre la renta, insertándolo estructuralmente en el sistema fiscal, de modo que hoy pueda servir de medida de choque contra la pobreza, pero mañana se pueda ir extendiendo hacia un planteamiento de cobertura a los trabajadores expulsados por el mercado.

Finalmente, una socialdemocracia renovada familiarizada con las nuevas tendencias en la sociedad deberá volcarse con las numerosas iniciativas, muchas de ellas ligadas a la digitalización, que están surgiendo de la mano de jóvenes emprendedores que sueñan con un mundo mejor y promueven por su cuenta la economía cooperativa, colaborativa, social y solidaria. Existen miles de ejemplos pujantes que no funcionan ya bajo la lógica del máximo beneficio y que van a ir siendo fundamentales para la creación de cientos de miles de empleo en los campos de la nueva economía de los cuidados, la producción cultural o el rediseño ecológico de la economía y el entorno urbano.

Este replanteamiento estratégico de la socialdemocracia se basa en una reafirmación de sus valores. Es utilizar los mismos principios de aquellos que impulsaron el Estado de bienestar, pero hacerlo en las condiciones de nuestra sociedad hoy.

No hay que reinventar los principios socialdemócratas, hay que volver a empuñarlos: volver a ser campeones de la igualdad, la libertad y la solidaridad, y utilizar esos principios para analizar sin componendas la realidad de hoy de desigualdad, precariedad, falta de sostenibilidad, poder desmesurado de las grandes corporaciones y grandes finanzas.

El PSOE debe conservar la concepción de las reformas (sean moderadas o sean radicales, pues de todo se necesitará en el futuro) que nunca se deben plantear únicamente por su bondad abstracta sino también por su sostenibilidad a lo largo del tiempo y por las alianzas que habrá que lograr para hacerlas posibles. En esto debe seguir la socialdemocracia, y esto la diferencia radicalmente de otras opciones de izquierda.

Y una última cuestión: una de las tareas centrales de una nueva socialdemocracia es reconstruir urgentemente el binomio entre democracia y justicia social. Hoy hay demasiada gente que ya no cree que la democracia representativa pueda traernos mayor justicia social. Pero la gran apuesta no es echarla por la borda para construir desde la base una democracia popular, sino reformarla seriamente abriéndola a la democracia participativa y al debate ciudadano. En esto las posiciones de una socialdemocracia renovada difieren también de otras opciones de izquierda.

Hay pues un espacio propio y autónomo que reconstruir. Lo que no cabe es seguir monótonamente como si nada pasara.

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