JOSÉ MOISÉS MARTÍN CARRETERO. ECONOMISTA
OPINIÓN

Tesla, Bitcoin y las burbujas tecnológicas

José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.
José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.

En junio de 2017, Tesla, seguramente la startup más grande del mundo, fundada por el visionario Elon Musk y dedicada a la construcción de vehículos eléctricos, logró una capitalización bursátil superior a la de BMW, uno de los principales grupos de automoción global. Ya había superado a otros como General Motors, Honda o Nissan. Hasta aquí ningún problema, si no tuviéramos en cuenta que en 2016, Tesla vendió unos 85.000 vehículos, siendo todavía incapaz de generar ni un euro de beneficio, mientras que BMW vendió unos 2,3 millones, con unos cuantiosos dividendos. Las cifras podrían compararse con prácticamente cualquier constructor de automóviles, con resultados similares.

Pero el inversor que deposita su confianza en Tesla no lo hace pensando en sus resultados presentes, sino en el magnífico futuro que le espera a una firma innovadora y visionaria, aunque este futuro esté, todavía, por escribir. En finanzas, se suele decir que el valor de un activo financiero es el valor presente de la esperanza de rendimientos futuros, por lo que podríamos decir que los propietarios de acciones de Tesla tienen una gran esperanza en los futuros rendimientos de la firma. Algunos. Otros, seguramente, tienen esperanza en que la confianza en Tesla por parte de los inversores siga creciendo y puedan vender sus acciones a mayor precio antes de descubrir si fue todo un bluff o si efectivamente Tesla es una cornucopia de movilidad sostenible y tecnológicamente avanzada.

De manera paralela, el Bitcoin, una moneda digital creada a través de complejos mecanismos de gestión y garantía, y que hasta hace bien poco no significaba más que un valor militante de aquellos que pretenden una utopía monetaria al margen del poder de los estados para acuñar moneda de curso legal, sobrepasaba los 4000 dólares de valoración, convirtiéndose en uno de los activos financieros más caros del mundo. Si usted hubiera invertido sus ahorros –por magros que fueran- en esta moneda en 2011, ahora probablemente sería bastante rico, ya que su valor se ha multiplicado por 4000.

Dando por hecho que el mecanismo que la sustenta es extraordinariamente seguro, el Bitcoin es sencillamente una moneda: su tenencia no ofrece más rendimiento que lo obtenido a través del juego de especulación en el mercado. Hoy vale 4000 dólares y dentro de un año su valor puede haberse esfumado. De hecho, se está utilizando más como depósito seguro en una época en la que los depósitos bancarios tienen rendimientos nulos o negativos.

La nueva revolución digital trae consigo estas paradojas: inversiones cuya valoración fundamental –es decir, su capacidad real de generar ingresos contantes y sonantes- es dudosa o nula, al menos a corto plazo, se convierten en fuente de riqueza a través del intercambio DE expectativas futuras en los mercados financieros. No es la primera vez que lo vivimos: cuando el valor de mercado de un activo financiero se separa de manera consistente de su valoración fundamental, se incrementa el riesgo de existencia de una burbuja financiera. Que esa burbuja tenga como subyacente la sostenibilidad, la revolución digital o la visión de futuro de un genio tecnológico no le quita ni un gramo de gravedad cuando explota.

Como dicen los asesores financieros que escriben en la prensa económica, nada de lo vertido en esta columna debe ser considerado una recomendación de inversión. Salvo la siguiente: el mejor inversor del mundo, Warren Buffet, tiene una máxima que conviene seguir al pie de la letra: nunca invierta en una empresa o activo de la que no comprenda bien cómo genera su valor. Quizá no se haga rico a corto plazo, pero con una buena diversificación y esperando resultados a largo plazo, Buffet se ha convertido en una de las personas más ricas del mundo. De hecho, Buffet ha apostado por otra empresa de coches eléctricos: BYD. Una firma china, que, siguiendo sus propias máximas, ya da beneficios.

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