La puesta en funcionamiento del anillo ciclista que rodea el centro de València ha puesto sobre la mesa muchos debates en torno a la movilidad. ¿Debe acabarse con la primacía del coche como dominador del espacio público? ¿Es realmente la bicicleta una alternativa universal? ¿Se va a potenciar el transporte público o todo quedará en una reivindicación permanente por la negativa del Gobierno central a aportar fondos?
A falta de grandes obras y de los ya olvidados proyectos faraónicos, el Gobierno de Ribó ha hecho de este proyecto el buque insignia de su mandato. Y, curiosamente, no es un proyecto propio. Viene de aquello tan difuso que llamamos sociedad civil, en este caso del colectivo València en Bici, que allá por 1994 dio forma a la idea e incluso le puso nombre.
Dos décadas después, el Gobierno de Rita Barberá diseñó un primer trazado, básicamente más estrecho, pero el embrión de lo que hoy vemos en las calles. Porque, no lo olvidemos, durante los 24 años del PP se peatonalizó gran parte del centro. ¿Qué ha hecho entonces el actual Gobierno local? Básicamente ensancharlo, hacerlo más recto e imprimirle velocidad.
Ni Ribó ni Grezzi han cortado la típica cinta, por convicción, porque va en su programa y, por qué no decirlo, porque gobiernan en coalición y habría overbooking para la foto.
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