Las 14.15 horas del pasado jueves. Calle Marqués de Sotelo esquina con la plaza del Ayuntamiento. Acaba de finalizar la mascletà, el gentío abandona paulatinamente la plaza y, tras él, emerge un manto de basura y desperdicios, sobre todo latas de bebidas, sobre calzadas y aceras. Incluso los alcorques de los árboles se convierten en improvisadas papeleras, con decenas de botes y papeles acumulados.

Esta imagen resulta absolutamente desoladora para la imagen de València y de las Fallas. Las máquinas de los servicios de limpieza se afanan con eficacia en retirar los restos del improvisado vertedero. Pero solo limpiar no es la solución.

La respuesta debe estar en el civismo, un comportamiento que empieza en cada una de las personas que arrojan sin ningún tipo de pudor toda clase de restos al suelo. Porque una multitud no deja de ser la suma de los individuos. Si esa suma es de comportamientos adecuados, el resultado, a la fuerza, tiene que mejorar.

El Ayuntamiento debe instalar más papeleras, pero los ciudadanos las tienen que usar. Y, si no las hay en cantidad suficiente, guardar los restos en una bolsa y tirarlos después al cubo correspondiente. València, las Fallas y todos los ciudadanos lo merecen.