JOSE ÁNGEL GONZÁLEZ. PERIODISTA
OPINIÓN

Carta a Juan Antonio González Flores, maestro

José Ángel González, escritor y periodista.
José Ángel González, escritor y periodista.
JORGE PARÍS
José Ángel González, escritor y periodista.

Un vídeo le ha convertido en noticia, maestro Juan Antonio González Flores. Su última salida del colegio antes de la jubilación en Zufre (menos de 900 habitantes, en Huelva) fue una algarabía por la más grande de las puertas posibles, la abierta por un pasillo vitoreante del censo escolar al completo, 90 alumnos. La grabación de la ceremonia, preparada por sorpresa y ahora millonaria en reproducciones en internet, le sorprendió de espaldas a cámara, pero uno sabe con certeza que debajo de las gafas de lector impenitente cristalizaban lágrimas: la única condecoración que admiten los héroes es la de llorar de alegría.

Soy hijo de maestra jubilada y, en los inicios, rural de escuela única –ella también mereció una despedida, pero los vídeos no existían entonces y las redes sociales empezaban y terminaban en los amigos tangibles–, y me atrevo a imaginarle a usted como a ella: dulce y, por extensión, nada confiado en los valores presuntos de la educación mnemotécnica, porque la memorización solo es aceptable para retener miradas y capacidades. Sé que usted recuerda con perfección a cada alumno de las más de tres décadas de aulas y, aún mejor, de patios de recreo, lugares donde los límites de las clases se expanden hasta tierras libres, solidaridad y humanismo, esos méritos que ahora condenan como casi inútiles para sustituirlos por la formulación y los sistemas técnicos, los mismos principios fríos que apuntalan la suicida decisión de cerrar las escuelas de pueblo y montar almacenes docentes en las cabeceras comarcales.

Leo que tiene usted una fórmula para explicar el furor que despertaba entre los niños: "Es sencillo. Hazles reír y muestra interés en lo que les pasa". Además de mi madre, que me enseñó a leer con una receta parecida, solo dos o tres de todos mis enseñantes en primaria, secundaria, bachillerato y universidad, tuvieron en cuenta esos principios. De casi ninguno recuerdo cosa distinta al quebranto de tener que estar allí, el lenguaje corporal del quemado, el verbo del aburrido y la fatiga existencial de repetir otra vez la misma lección. No creo que su fe comunista tenga relación con que ahora sea una estrella casi planetaria de YouTube, pero me gustaría que mis improbables nietos le tuviesen en el aula a usted, Juan Antonio, que aún aplica la dialéctica de los opuestos -soy "maestro de pueblo y paleto"- en este desierto de cinismos y descreimiento donde la escuela es, más que obligatoria, obligada.

Gracias, maestro

Jose Ángel González

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