JOSE ÁNGEL GONZÁLEZ. PERIODISTA
OPINIÓN

Carta a mis convecinos europeos

José Ángel González, escritor y periodista.
José Ángel González, escritor y periodista.
JORGE PARÍS
José Ángel González, escritor y periodista.

Vecinos del continente donde nació el humanismo, ¿recuerdan ustedes dónde estaban hace ahora casi tres años exactos, el 3 de octubre de 2013? Era lunes; Barack Obama salió de la Casa Blanca y citó a los fotógrafos para que testificasen uno de sus mayores aciertos políticos: comprar un sándwich, y en México detuvieron a un narco que acaso tenía en su agenda los teléfonos de los policías que le custodiaban. En  Lampedusa, el territorio más austral de Europa, fue otro día sin partos: nadie ha dado a luz en la islita en 30 años y las embarazadas se van en ferry a Sicilia al octavo mes de gestación. A primeras horas del 3 de octubre de 2013, en las aguas aún brumosas del glorioso Mediterráneo -"nuestro jardín", decía la canción-, 400 personas se ahogaron a 60 millas al sur.

Colocaron los ataúdes con los cadáveres recuperados en una línea docta como una raya bien planchada de traje de eurodiputado, en el puerto de Lampedusa, la isla donde no nace gente. No eran gente aquellos cuerpos a los que el salitre concedió el milagro de la piel negra pero ahora blanqueada, el único gesto de acogimiento del sur continental hacia los parias. Supimos sus nacionalidades, 387 eritreos, sudaneses y etíopes y 22 sirios, pero no sus nombres. Los 200 desaparecidos ni a la filiación tuvieron derecho. Alimento para los atunes.

Ahora, compatriotas del mar de Cavafis, aquel poeta que, pobrecillo, no creía en la muerte de los dioses, nos toca soportar una tétrica celebración del ahogamiento colectivo de Lampedusa: llegan a la misma zona más de 10.000 migrantes en sólo dos días -6.000 el lunes, 4.655 el martes-. Murieron al menos 37. Los demás fueron rescatados de nuestro jardín de flores y detritos. Venían de Libia, donde la matanza llega en alta definición cada noche con el resto de la basura.

¿Nos han despojado de mundanidad?, paisanos. ¿Es el mar nuestro un mar de muertos? ¿Recordaremos? ¿Qué calendario es capaz de acumular los ahogamientos: 3.500 en lo que va de año? ¿Nos importan? Pensaba dirigir esta inútil carta al señor Juncker o al señor Tusk, dueños de trajes de raya planchada con especial esmero para cada funeral, pero me pareció que vosotros, yo mismo, tenemos el paso rápido, los adoquines, las bofetadas, los sistemas -convencionales o no, con votos o con vetos-, el derecho justo a desplancharles el atavío, marchitarles la vida, fruncirles la compostura, considerarnos insultados por la política de que muera la moral y viva la chaqueta.

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