Estimado Cupido:

Conozco perfectamente todos los tópicos sobre su trabajo, sobre todo ese dogma cursi que dice que el amor es ciego y que se aplica cuando nadie entiende por qué dos personas están juntas. Normalmente cuando uno de los miembros de esa pareja es más feo o fea que un churretón de grasa en un mueble de cocina. Pero después de mi dilatada experiencia creo que no tiene usted ningún problema de vista. Creo que se divierte. Es más, estoy en condiciones de afirmar que se sienta junto a San Valentín, que hoy celebra su día, y que ambos pasan el rato emparejando gente y haciendo una porra sobre cuánto durarán. Puede que sea eso, o quizá con la crisis la calidad de sus flechas se ha resentido. ¿Las encarga en algún país asiático a bajo coste? En fin. Solo le pido para este 14 de febrero que piense en que el azúcar no es del todo bueno y, por tanto, que no anime a la cursilería gratuita. Alguna carantoña, quizá una frasecita afectuosa…, pero nada de Paulo Coelho. ¿Por qué ningún antivirus filtra mensajes, citas y reflexiones ñoñas sobre el amor?

No hay nada como el 14 de febrero y el postureo desatado para que quien no tenga pareja odie el amor ante la sensación asfixiante (la envidia sobrevuela ese sentimiento) de estar rodeado de felices tortolitos mientras que uno no tiene ni un gato al que enviarle una postal. En un día como hoy se les puede coger tanta manía a los corazones que habrá quienes deseen donar el suyo propio en vida con tal de no soportar ni uno más. Estar en la friend zone se puede equiparar a unas vacaciones en Bora-Bora cuando llega el 14 de febrero. Tan solo una conocida marca de grandes almacenes disfruta de un día como hoy. Pero, bueno, esa gente es como Heidi: disfruta con la llegada de cada estación y/o fecha señalada. Si es un día en que se puede regalar algo, es un día que hay que apoyar. Pero señor Cupido, también he de darle las gracias. Porque a veces se toma en serio su trabajo y acierta. Quizá use una flecha gran reserva y la dispare para unir a dos personas que se amen realmente. Quizá a veces se sienta tierno y consiga hacer un amor de esos que hacen llorar y reír, que encogen el estómago y ensanchan el corazón. Un amor difícil de los que convierten San Valentín simplemente en valor. En arrojo, en empeño, en paciencia. Uno de esos que fluyen fáciles como un riachuelo claro por entre grandes peñas. Ups. Que me coelhizo. Ahora tendré que comprar un regalo…

Atentamente, un sufridor, Isra Álvarez