IRENE LOZANO. ESCRITORA
OPINIÓN

Educar a los hijos es lo más rentable

Periodista, escritora y política.
Periodista, escritora y política.
JORGE PARÍS
Periodista, escritora y política.

¿A que todos los gadgets que tienes alrededor no te dan más tiempo libre, sino menos? ¿A que te sientes estafado y cada vez con más montañas de trabajo? Nos está pasando a todos.

Los economistas están tan perplejos como tú. En las últimas décadas -con la excepción de unos años a finales de los 90- la informática y la tecnología no han incrementado la productividad en el trabajo, antes al contrario se ha reducido. Sí, has leído bien: se ha reducido. Sólo hay dos formas de que una economía crezca: o trabajan más personas, o las que trabajan tienen una productividad mayor, y no está ocurriendo. El gran economista del crecimiento, Robert Solow, decía que "la era de la informática se observa en todas partes salvo en las estadísticas de productividad". Él lo observó en 1987, y desde entonces no ha dejado de ocurrir. Los expertos se devanan los sesos intentando explicar las causas de esta paradoja: quizá es porque la tecnología no sólo nos ahorra tiempo (procesador de textos), sino que también nos lo quita (Facebook); quizá el valor de la producción no computa bien las mejoras de calidad (el último smartphone cuesta siempre lo mismo, aunque cada vez hace más cosas); quizá la revolución tecnológica no sea comparable, pese a lo que se diga, con otras revoluciones previas como la de la electricidad...

Con todo esto que los economistas no se explican y mi vida familiar, he elaborado una hipótesis. Al hacer todo desde el móvil, nos sobrecargamos de trabajos para los que ni estamos cualificados ni queremos estarlo y que nos llevan un tiempo considerable. Antes, cuando queríamos un billete de avión, lo pedíamos a una agencia de viajes; para una transferencia, íbamos al banco, etc. Ahora, muchos empleos han desaparecido y esos trabajos los hacemos desde el ordenador. Ni parece una buena idea económicamente ni personalmente.

Cuando surgieron los supermercados por Internet, pensé: "Qué gran invento", pero pronto comprobé que tardaba lo mismo en hacer la compra en la web que en el súper, y casi me resulta más apetecible pasear buscando algo que huela en los lineales. A lo largo de los años he enseñado a mi hijo, entre otras cosas, a hacer la compra, lo que lleva a cabo de muy buen humor: sabe que tiene un margen para la innovación y la creatividad si toma una decisión de compra sobre la marcha. Mi conclusión: hay cosas que sólo ocurren despacio. Educar requiere paciencia, confianza, asumir que se equivocarán... Sobre todo, lleva tiempo inculcarles que su contribución a la organización es fundamental. Y no hay apps ni 'aceleradores' que nos sustituyan. A cambio el aumento de productividad familiar está asegurado.

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