HELENA RESANO. PERIODISTA
OPINIÓN

Hay muchos Juan a los que poder ayudar

HELENA RESANO
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Juan pasó 12 años viviendo en la calle. Una depresión tras perder su trabajo le llevó a ese agujero negro, a ese pozo como él lo llama, del que no conseguía salir. Vivir en la calle te engancha. Todo deja de importar. Juan me lo cuenta con su traje y su corbata, perfectamente afeitado y con una sonrisa de oreja a oreja. Hoy ha venido a contar su historia a las más de 400 personas que se han reunido en el Día Solidario de las Empresas. Ha venido para poner cara a esas personas a las que se ayuda con el voluntariado. Porque gracias a los voluntarios, Juan logró salir de ese pozo. Logró recuperar su vida, integrarse en la sociedad, sonreír, tener amigos con los que quedar y fumarse un cigarrillo en el parque. Juan bromea diciendo que te puede leer la mano, sabe que no, pero es su forma de envolverse en un misterio que la calle le robó. Porque cuando duermes en la calle estás ahí, expuesto al frío, al calor, a la vista y al juicio de todos.

Hoy Juan es voluntario. Sí, se ha puesto la camiseta que le salvó la vida y ayuda a gente que está en la calle a salir de ahí. A buscar el camino para volver a creer en esta vida tan puñetera. A creer en la sociedad, en que la vida, la gente, merecen la pena.

Porque el voluntariado va de todo esto. Muchos creemos que dedicar un par de horas a la semana a leer un cuento a niños hospitalizados o ir a echar una mano al Banco de alimentos apenas sirve para cambiar nada. ¡Pero sirve! Probadlo. Descubres a jubilados que en vez de pasear por el parque dedican su tiempo a empaquetar latas de guisantes y paquetes de arroz. Cargan pesadas cajas y se quejan de sus dolores de espalda. Pero al día siguiente están otra vez ahí, en una nave en la que se pasa mucho frío, sobre todo en invierno. Sirve para conseguir arrancar una sonrisa a ese niño que lleva hospitalizado meses y al que acabas de leerle un cuento. Sirve para alegrar la mañana a una señora que vive en una residencia de ancianos y que siente que su familia y que la sociedad se ha olvidado de ella.

El sábado pude escuchar muchas historias de voluntarios, de asociaciones, de empresas que creen que uniendo fuerzas se puede sumar. Y escuché también lamentos de quienes se pasan horas intentando convencer a los demás para que se entusiasmen con su proyecto. "Te miran como a marcianos", "muchos días estás a punto de tirar la toalla". Y les entendí. Todos vamos a mil por hora. Con mil prioridades en la lista de ‘cosas importantes’. Sin tiempo para pararnos y escuchar, y ya no te digo para ayudar. A todos nos pasa, a mí también y por eso agradezco cuando en mi buzón de email me llega la propuesta del departamento de responsabilidad corporativa de mi empresa y me propone ese plan diferente para el viernes por la tarde o el sábado por la mañana. No siempre puedo, pero si hay hueco, efectivamente, merece la pena. Porque hay muchos Juan a los que devolver la esperanza. ¿Te apuntas?

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