"Pero lo compensan todo" es una coletilla que te regalan con la paternidad. Es la justificación que empleamos los que tenemos hijos para que los que no los tienen entiendan por qué, a pesar de todo lo que ellos ven desde fuera aterrorizados, nosotros seguimos diciendo que ser padres es lo mejor que nos ha pasado en la vida.
Cuando uno tiene hijos, renuncia a sí mismo para siempre, así en líneas generales. Uno deja de ser el centro de su mundo para cederles dicho lugar a sus hijos.
Tu vida cambia. Se acabó el dormir a pierna suelta, el vegetar los días de fiesta o el remolonear los domingos por la mañana. Lo de desayunar en la cama con zumo de naranja y bollería mientras lees la prensa ni lo menciono, porque yo eso solo lo he visto en las películas...
No volverás a comer un huevo frito con la yema entera mientras haya uno con ella reventada, ni la tostada sin quemar, ni el flan con más caramelo...
Tu ropa nunca volverá a estar perfectamente limpia y planchada, y si lo hiciera durará poco... La casa estará permanentemente desordenada, el salón pasará a ser el cuarto de juegos y el coche un bazar de todo a cien.
La televisión ya solo dará Pocoyó, Peppa Pig o La patrulla canina, y en tu cabeza, en lugar de sonar Sabina, Pereza o Diego Ojeda, escucharás en bucle "mochila, mochila, mochila, mochila, todo lo que quieras búscalo dentro de mí...".
No volverás a salir a cenar, al cine o de escapada romántica. Vale, aquí le he puesto un poco de drama al asunto, pero sí vivirás largos periodos en los que no habrá nada de eso y momentos en los que pensarás que hace siglos que no haces nada.
También habrá épocas en las que tendrás la impresión de que ya nunca te arreglas, llevas el pelo hecho un asco o no logras recordar cuándo fue la última vez que te depilaste.
Y una cena romántica con dos copas de vino, una peli abrazados en el sofá o leer sentado al lado de la ventana ya serán lujos que pertenecieron a otra vida...
Y no he mencionado lo peor: no volverás a estar realmente tranquilo nunca, porque habrá una personita en el mundo a la que querrás más que a tu propia vida y de la que solo imaginar que le pudiera pasar algo te produce un dolor indescriptible...
Y aún hay más, al hacerte padre adquirirás la maravillosa habilidad de empatizar con el resto de padres del planeta y sufrir por todos los niños como no lo habrías imaginado antes.
Y con todo esto, cuando hables con tus amigos y comentes alguna de estas anécdotas, esbozarás una sonrisa y añadirás "pero lo compensan todo"... Y es que es así.
Y volverías a ser padre cada día de tu vida...
Ah, ¡importante! De la mano de la paternidad conocerás el maravilloso mundo de las toallitas, que lo mismo te limpian el culo del peque que los zapatos, que el salpicadero del coche. Y que haya que ser padre para descubrirlas...
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