CARLOS G.MIRANDA. ESCRITOR
OPINIÓN

La 'magia' de la lotería de Navidad

Carlos G. Miranda, colaborador de 20minutos.
Carlos G. Miranda, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Carlos G. Miranda, colaborador de 20minutos.

He soñado que me tocaba el Gordo de la lotería de Navidad. Lo sé, no he tenido un sueño muy original… En estas fechas, hasta los que creemos más en las matemáticas que en el azar acabamos con varios décimos encima que nos convierten en aspirantes a millonarios. Juegas el que compartes con la familia, el de los amigos, una participación de la cafetería, el del súper… También llevas el décimo que compraste en una gasolinera, que de los viajes hay que traerse lotería, y el del trabajo, no vaya a ser que te quedes solo a la hora de fichar por haberlo dejado pasar. Es fácil acabar el día del sorteo con más billetes en la cartera de lotería que de efectivo, porque cuenta la leyenda que la que te ofrecen y no juegas es justo la que toca.

También hay otra leyenda que dice que al que le cae un premio gordo luego le vienen un montón de desgracias, y la de los amigos que compartían siempre el mismo número y cuando al fin salió del bombo acabaron a tortas al repartirlo. Lo que sí que no tiene nada de mito es eso de que Hacienda se queda un buen pico de lo que ganan los premiados. También le tocan los que no se reclaman y los de las series ganadoras que no se llegaron a vender.

¿Y de dónde salen todos esos premios millonarios con tanta magia como la que destila la publicidad del sorteo? De lo que nos gastamos los españoles en jugar. Los billetes son algo así como valores del Estado (dependen del Ministerio de Hacienda y Función Pública) en los que invertimos al comprarlos. Es cierto que la administración emite las series y monta todo el tinglado, y que los loteros se llevan una más que merecida parte, pero lo que se reparte son nuestras inversiones. Son pequeñas (tanto como la probabilidad de que te conviertas en millonario), aunque si yo llevo cinco números solo por superstición, a saber la pasta que se dejan los auténticos aficionados que aguantan las colas de Doña Manolita.

Esto de la lotería, de magia tiene poco, y de negocio histórico del fisco mucho. Nos lanzan abuelas en anuncios como dardos que van directas a la diana de la ilusión, esa que se necesita cuando las expectativas y deseos no casan con la realidad en la que el Estado tiene que trabajar. Pero ganar es lo de menos. Lo importante es mantener esa ilusión igual que hace un pueblo entero con Carmina, ¿verdad?

Eso sí, el telediario más bonito del año es el del día de la lotería de Navidad, en el que vemos las caras de felicidad de unos pocos a los que les va a cambiar la vida mientras se bañan en cava. Nos contagiamos de su alegría porque la cosa funciona como pedía Lola Flores: "Si cada español una peseta diera…". El mago de la lotería de Navidad no es el (ahora jubilado) calvo de los anuncios. Somos nosotros.

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