CÉSAR JAVIER PALACIOS. PERIODISTA EXPERTO EN MEDIO AMBIENTE
OPINIÓN

Nos están robando las estrellas

El geógrafo, naturalista, escritor y periodista César Javier Palacios, en la redacción de 20minutos.
El geógrafo, naturalista, escritor y periodista César Javier Palacios, en la redacción de 20minutos.
JORGE PARÍS
El geógrafo, naturalista, escritor y periodista César Javier Palacios, en la redacción de 20minutos.

Hemos apagado el cielo nocturno con el exceso de alumbrado, sea necesario o una estupidez. Las noches son ahora más luminosas que muchas tardes. Dicen sus defensores que así aumenta la seguridad, pero yo lo dudo. Si iluminas mucho un lugar también facilitas al caco su escape a toda velocidad sin necesidad de usar linternas delatoras. En ciudades como Berlín, te sorprende la penumbra de sus calles más céntricas, mientras en pueblos casi abandonados de España, las farolas encendidas toda la noche jalonan kilómetros de carreteras solitarias. Las aves nocturnas se estrellan contra ellas.

La contaminación lumínica es un despilfarro de energía y de dinero. En lugar de mejorar nuestra calidad de vida la pone en peligro. Es dañina. Se nos cuela en los dormitorios provocando sueños inquietos, duermevelas, insomnio, cansancio y nerviosismo. Dormimos peor. Incluso enfermamos. Últimas investigaciones apuntan a la posibilidad de que esta alteración de los ritmos circadianos pueda aumentar el riesgo de sufrir cáncer de próstata o mama. Por si fuera poco, nos roba las estrellas. Apenas la Luna logra alegrar los cielos nocturnos de las grandes ciudades. El resto es pálida fluorescencia ambarina.

Somos el país europeo que más dinero gasta en iluminación nocturna. 116 kWh por habitante, mientras en Alemania no supera los 45 kWh, mucho menos de la mitad. La situación resulta dramática en el litoral español. Un 75% de los murcianos no pueden ver la Vía Láctea a simple vista, esa galaxia con 400.000 millones de estrellas, entre ellas el Sol, que nos señalaba el camino a Santiago de Compostela. La mitad de los europeos y dos tercios de los estadounidenses tampoco pueden disfrutarla ni entender todas esas viejas historias que la relacionaban con la leche derramada del pecho de la diosa Hera. Para dejar de ver el resplandor de las farolas de Madrid es necesario alejarse más de 100 kilómetros, pues su halo pernicioso resulta visible desde provincias tan lejanas como Teruel, Soria, Burgos o Ciudad Real. Otro récord caro. La factura madrileña de la luz es de 81,5 millones de euros anuales, el triple que la de Barcelona.

La llegada de las lámparas LED y la tecnología solar lo ha empeorado. Las farolas llegan ahora a los lugares más insospechados, quieras o no. Tengo una amiga en Fuerteventura que disfrutaba de uno de los cielos nocturnos más impresionantes de Canarias. Hasta que el Ayuntamiento le instaló una gran luminaria junto a su casa, en medio del campo, en una pista sin asfaltar. Nadie la había pedido, pero allí apareció plantada un buen día. Ha necesitado varios meses de lanzar velados avisos a los munícipes sobre el peligro de que una piedra acabara reventándola para lograr la vuelta de la oscuridad a su noche. "Es por tu bien", le decían. "Tendrías que estar contenta". No entienden nada. Su bien más preciado es sentarse a la puerta de casa y disfrutar del calendario estelar igual que lo hemos hecho los humanos los últimos cientos de miles de años. Comprobar cómo la invernal galaxia de Orión está en retirada hacia el oeste mientras Altair, Deneb y Vega enseñorean su triángulo estival, Júpiter alumbra potente y es posible disfrutar del esquivo Mercurio mientras estos días llueven discretas las estrellas fugaces nacidas en la fría cola del cometa Halley. Ponerte a contar estrellas a pesar del peligro, aseguraban las abuelas, de que te salieran verrugas en la cara. Escucharlas, de ser cierta esa leyenda de que los astros estaban engarzados en esferas de cristal cuyo giro producía un sonido mágico. Pedir deseos imposibles a las más fugaces e incluso rezarles, como escuché una vez en Salamanca: "Que Dios te guíe y a mí no me olvide".

Pero cómo nos va a guiar nadie con tanto foco. La contaminación lumínica nos ha arrebatado en apenas unas pocas décadas el espectáculo más impresionante de todos, el de los cielos estrellados. Y todo por no hacer caso al poeta Jacinto Verdaguer, quien sabiamente decía que "la luz del día es para mirar la tierra, y la de la noche para contemplar el cielo".

Mostrar comentarios

Códigos Descuento