Otra vez, el dilema. Habíamos pasado de la cultura de la compra a la del alquiler, y a los que necesitan casa, el mercado vuelve a hacerles dudar. Antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, la mayoría de la gente lo tenía claro, había que comprar. Daba igual que hubiera que firmar una hipoteca a cien años. Por elevado que fuera el precio de la vivienda  siempre se revalorizaba, y además de proporcionar techo y cobijo cumplía el papel de hucha para el ahorro familiar. Se entendía que el del alquiler era un dinero tirado. El que podía compraba, los bancos daban crédito con alegría y España era el único país de nuestro entorno que apostaba por la vivienda en propiedad.

La crisis lo cambió todo. El precio de los pisos cayó en picado, la  morosidad y los desahucios se dispararon y la pesadilla de las hipotecas enganchó a nuestro país a la cultura del alquiler que imperaba en el resto de Europa. Así han transcurrido los últimos años en los que la construcción de vivienda nueva ha sido casi inexistente al haber una gigantesca bolsa de casas vacías en manos de la banca y del Sareb, circunstancia que fue forzando la reactivación paulatina del mercado de vivienda usada.

Los informes más recientes constatan un incremento sostenido del precio de las viviendas que, en ciudades como Madrid y Barcelona, se sitúa entre el 7 y el 13% en el último año. Crecimiento muy notable del que participan con algo menos de fuelle otras ciudades importantes como Sevilla, Valencia o Zaragoza pero que aún está lejos de recuperar los niveles de 2007 cuando arrancó el desplomé que redujo el valor medio de los inmuebles a casi la mitad.

Esta deriva del negocio inmobiliario, junto con el boom de los pisos turísticos, ha provocado un espectacular relanzamiento  del mercado de alquiler en las grandes ciudades con incrementos de precio en torno al 30% en solo un año. Alquilar vuelve a ser negocio para el casero hasta el extremo de que casi la tercera parte de los que compraron una vivienda en los últimos 12 meses lo hicieron para alquilarla. La situación del sector se ha dado otra vez la vuelta y comprar vuelve a ser más barato que alquilar. Esto ocurre cuando la cuota media de la hipoteca es más baja que la del alquiler. Así pues, otra vez interesa comprar, el problema es que ahora es aún más difícil que antes.

En los tiempos de vino y rosas previos a la crisis, la media de los préstamos bancarios rozaba el 90% del valor de la vivienda y ahora apenas supera el 70. Es decir que no es posible hacerse con una casa en propiedad si al menos no se dispone de un tercio de su valor contante y sonante. Con la devaluación salarial vigente, para la inmensa mayoría de la gente joven, ese ahorro previo requiere un esfuerzo poco menos que heroico. El mercado de la vivienda apunta ahora que es mejor comprar que alquilar. El problema es quien puede.