CARMELO ENCINAS. PERIODISTA
OPINIÓN

El coche del futuro

He recibido una carta de la DGT. Hallar en el buzón una misiva con ese membrete no augura, en principio, nada bueno pero esta vez me equivoqué. Con el ya tranquilizador preámbulo de "apreciado titular", esta temible institución se dirigía a mí complaciéndose de adjuntarme el distintivo ambiental que identifica a mi vehículo como parte del 50% del parque de automóviles que menos contamina. Casi beso el sobre. Resulta que yo, sin saberlo, tengo un coche de la categoría B, lo que quiere decir que no soy de los que más ensucia el aire de la ciudad y que, de cara a las autoridades municipales, podría obtener alguna pequeña ventaja en el ámbito fiscal, en la regulación de los parkings o en el de la movilidad.

Como tantos otros urbanitas, sueño con el coche eléctrico

Resulta un alivio porque el mío es un vehículo diésel, y lo que ahora se oye del gasoil no es precisamente bueno, cuando antes nos vendieron que contamina menos que la gasolina. Lo cierto es que gracias a esta carta de la DGT ya no sufro la tentación de pegar fuego al coche en un descampado ni confesarme ante los responsables del aire por mis pecados medioambientales.

Yo, como tantos otros urbanitas, sueño con el coche eléctrico. Lo hago desde hace mucho y leo con el mayor interés cualquier avance que experimente la industria para lograr automóviles eficientes que no quemen combustibles fósiles. Es más, alentado por los últimos progresos del sector en esa línea, me he propuesto cuidar con primor este coche mío de la categoría B para alargar su vida útil cuanto sea necesario para que mi próximo coche sea eléctrico.

Ya sé que ahora los venden, el problema es que todavía son caros, tienen poca autonomía y no hay aún una estructura amplia que permita garantizar la recarga. Queda mucho por hacer, y son las administraciones las que pueden incentivar a la industria para acortar los plazos.

Los coches del futuro no echarán humo y serán inteligentes, tanto como para que se conduzcan solos

Un ejemplo a seguir es Noruega que, a pesar de tener una poderosa industria petrolífera, el nivel de concienciación ambiental es tan alto que desde los poderes públicos están impulsando como ningún otro país los vehículos eléctricos o híbridos. Allí, un treinta por ciento de los coches ya funciona así y lo han logrado con exenciones en el impuesto de matriculación, rebajas en los peajes o en los aparcamientos.  Establecer zonas restringidas al tráfico para los vehículos que tengan tubo de escape constituye también un poderoso estímulo.

Esta vez, el sector de la automoción parece que va en serio. Los coches del futuro no echarán humo y serán inteligentes, tanto como para que se conduzcan solos. Lo que ahora son exóticos prototipos en unos años serán moneda corriente. Hay quien cree incluso que en un par de décadas lo exótico será conducir. Tanto no me va a durar mi coche pero si aguanta hasta que pueda comprar un automóvil que además de no contaminar disponga de piloto automático para cuando me dé el sueño, la espera merecerá la pena.

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