Otro enero más que me apunto al gimnasio para aprovechar la oferta de la cuota anual. Como acabo de estrenar la agenda, vuelvo a organizarme fenomenal y encuentro el tiempo que me faltó desde la primavera para ir a entrenar todos los días. Clases de spinning en las que casi consigo que la bici despegue, sesiones de máquinas en las que casi puedo poner peso, barritas energéticas para matar la gusa que casi saben a comida… En febrero ya cae alguna palmera de chocolate, en marzo cambio el spinning por clases de pilates y en abril no sé dónde leches he puesto la agenda y doy un rodeo al volver de cañas para no pasar por delante del gimnasio.

Lo de pagar un año entero de deporte a cubierto y dejarlo al poco tiempo me pasa a mí, a Chandler, en Friends, y a millones de personas que se marcan como objetivo convertir los michelines en tableta después de comerse las uvas. Además, pasados los treinta, ir al gimnasio es una obligación porque resulta que lo de echar tripa cervecera y tener ciática, al final, también te pasa a ti. Internet se encarga de que no se nos olvide en cada anuncio; igual que a Moderna de Pueblo le cuela la publicidad de ClearBlue, a los hombres nos recuerda que nuestra obligación es estar en forma con la de circuitos de CrossFit en los que convertirnos en gladiadores (si ves porno, el bombardeo de anuncios es como en Platoon). Es raro porque en las redes sociales lo petan las listas de hombres fofisanos y se vuelven virales cartas como aquella que invitaba a la chica del bañador verde a perder sus complejos.

También es cierto que la red social que mejor evoluciona es Instagram, que entra por el ojo, y Twitter, que es más de la belleza interior, está todo el rato con la espada de Damocles del cierre encima. En cualquier caso, nuestros Facebooks siempre aplauden los cuerpos naturales, aunque en la barra del bar pasa menos… Igual hay diferencias por género, pero me da que tratar de ser y fijarse en lo que dicen en la tele que es lo atractivo ocurre entre mujeres, hombres y viceversa.

Tenemos metida en la cabeza la idea de que la gente guapa con un cuerpo en forma lo tiene más fácil para caer bien y pasar una entrevista de trabajo. Lo peor es que parece que es cierto, aunque estar estupendo es solo el detonante. La vida tiene un arco mucho más largo y algunos puntos de giro no hay tabla de ejercicios que ayude a superarlos.

Pasa lo mismo con el año y sus propósitos; puede que empecemos pensando que encontraremos la felicidad estando cañón, pero igual luego descubrimos que la clave era otra que nos deja sin tiempo para poder ir al gimnasio. Seguro que por eso ayer me vino fatal ir a clase de spinning. No me estoy justificando, eh. Para nada.