La hora -las 12 de un lunes laborable, salvo en Madrid- y el formato –cronometrado, encorsetado-, con pocas posibilidades para los más fajadores, auguraba un debate plúmbeo y previsible. No lo fue. Los dos principales contendientes, y especialmente Susana Díaz, salieron al ataque. Al cuerpo a cuerpo, a la crítica dura y descarnada. ¿Por qué Díaz tan dura y Sánchez también, pero más reservón (y López apelando a la concordia)? Quizá porque los dos candidatos principales saben que todo está muy ajustado, y quizá también porque el vasco aún cree que puede resucitar su tercera vía, aunque haga aguas tras lo de los avales. El voto está tan polarizado que el debate parece una pasión inútil. Los militantes que lo siguieron quizá buscaban más refrendar su voto que cambiar de opción. Salvo los avalistas de López, que ahora estarán determinando consigo mismos si siguen leales al exlehendakari o si el voto útil les lleva a desempatar por Sánchez o por Díaz.
OPINIÓN15.05.2017 - 19:34h
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