Aunque de joven pensó en ser electricista por su falta de interés para elegir una carrera, reconoce que siempre estuvo fascinado por el mundo del tebeo y que, ya en el colegio, dibujaba historietas compulsivamente. Durante su adolescencia colaboró en distintos fanzines ochenteros en Valencia, su ciudad, con un montón de historias freaks: «Recuerdo haber hecho una versión de Astérix, pero situada en España; del Quijote en el espacio, e incluso de una Valencia ciberpunk al estilo del personaje Ranxerox». Comenzó su carrera profesional como dibujante en la industria del cómic pornográfico para la editorial La Cúpula, donde el primer consejo que le dieron fue que dibujara «las pollas más venenosas y los coños más húmedos». Tras esta etapa llegaron sus primeros libros, El juego lúgubre, Los viajes de Alexandre Ícaro, El faro... y, por fin, Arrugas. En definitiva, ésta es la historia de cómo el mundo perdió un electricista, pero ganó un Premio Nacional del Cómic.

Un homenaje a los tebeos de los años cincuenta

Ahora presenta en su último trabajo, El invierno del dibujante, la historia que siempre había querido contar. Este autor creció devorando tebeos de la editorial Bruguera, como los de Mortadelo y Filemón o los del Capitán Trueno, y siempre se preguntó «qué había detrás de aquellas páginas, cómo eran sus dibujantes. Con esta novela gráfica he logrado poner luz sobre esa inquietud de la infancia». Roca nos adelanta que en esta historia habla «de la editorial Bruguera de finales de los cincuenta, de sus autores y sus vivencias. El álbum se centra en la lucha de cinco autores, Escobar, Peñarroya, Cifré, Conti y Giner, que decidieron dejar la compañía para montar su propia revista».

Si los guiños al universo de escritores como Kafka, Borges o Carroll han estado muy presentes en algunas de sus obras anteriores (como El faro o Las calles de arena), el dibujante valenciano explica que en esta novela no hay apenas espacio para referencias literarias ni para la fantasía: «He intentado ceñirme mucho a los hechos, poner orden e intentar hacerlos comprensibles».

Confiesa que los protagonistas de todas sus novelas tienen mucho de sí mismo —«para hacer los personajes vivos y creíbles tienes que poner una parte de ti en cada uno de ellos»— y que en el caso de El invierno del dibujante ha sido inevitable que sus experiencias e inquietudes como autor se reflejaran en ellos. «Me separan cincuenta años de aquellos autores, pero nos une, como a todos los dibujantes de tebeos, el anteponer en la vida los sueños a la racionalidad».

Roca no sabe cuál es la clave para crear personajes que generen tanta empatía como los de sus novelas, pero reconoce que siempre le ha deslumbrado el ingenio de Berlanga o Marco Ferreri para retratar personajes próximos y muy humanos en sus películas, y que los protagonistas de sus historias son «un poco como yo, perdedores, antihéroes pero con un optimismo un tanto naíf». A lo largo de todas sus obras, ha tocado géneros narrativos tan diferentes como el surrealismo, las aventuras o el realismo social. Cuando le preguntamos si se trata de experimentar o ponerse retos en sus proyectos nos explica que son los proyectos los que le eligen a él: «Primero surge la idea, pero ni me planteo cómo se plasmaría en un cómic. Creo que eso es lo que me apasiona, el empezar de cero».

Hablar de Paco Roca es hablar de Arrugas, y del antes y el después que supuso en su carrera. Esta novela gráfica se convirtió en todo un fenómeno que llegó a un público muy amplio, mucho más allá de los lectores habituales de cómic. Su creador considera que la clave del éxito fue que «había seguidores de cómic buscando otro tipo de lecturas, que las grandes superficies ya los vendían, que la prensa empezaba a hablar de novelas gráficas, la creación del Premio Nacional... Estoy seguro de que si Arrugas hubiese salido cinco años atrás, habría pasado totalmente desapercibida».

En verano de 2011 se estrenará en cines la adaptación cinematográfica de este álbum, producida por El Perro Verde, y que cuenta con Ignacio Ferreras como director, José Sacristán dándole voz y personalidad al personaje de Emilio y el propio Paco Roca como coguionista.

Segunda oportunidad

«Ver a tanta gente trabajando en tu idea da cierto vértigo, aunque me tranquiliza pensar que ahora la responsabilidad de todo recae en manos del director y del productor. De momento estoy muy contento con lo que estoy viendo». La película, en animación en 2D, respeta en la mayor medida posible el espíritu del libro, pero hay que tener en cuenta que «por muchas similitudes que tengan en el lenguaje, el cómic y la animación son medios diferentes», asegura. «Además, ha habido que añadir algunas escenas para llegar a los setenta y cinco minutos de película y esto hace que varíen ciertas cosas». Afirma también que para él, el filme es «una segunda oportunidad para arreglar y agregar detalles que ahora, después de varios años, me chirrían o que he aprendido sobre el alzhéimer».

A Paco le gusta dibujar en pijama, «aunque los míos no son tan elegantes como los de Hugh Hefner», bromea, y se confiesa un adicto al trabajo. Como dibujante, admite como referentes a Jiro Taniguchi, Moebius, Kirby, Miller y Bruce Tim. Los cómic que más veces ha leído son los de Astérix y Tintín, su libro favorito es ElAleph, y su autor preferido, Paul Auster. Le encanta la película Grupo salvaje y le apasiona la música, con la que pone banda sonora a sus días, sobre todo artistas como Santiago Auserón o Josele Santiago. Además del libro y la película se puede seguir la pista de Paco Roca en el diario Las Provincias, donde dibuja una página semanal, «una especie de memorias». Sobre su próxima novela adelanta: «Es un proyecto ambiciosos en cuanto a la documentación y quiero tomármelo con calma. Desde que se editó Arrugas, mi vida ha sido bastante estresante». Seguro que la espera merece la pena.

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