Álex de la Iglesia:"No somos Hamlet ni el Rey Lear, sino payasos que buscan gustar"

  • El director y presidente de la Academia estrena el viernes 'Balada triste de trompeta'.
  • "A veces España es un circo sin buenos ejemplos de sensatez".
Nació en Bilbao en 1965. Antes de llamar la atención con el corto 'Mirindas asesinas' (1991), estudió Filosofía y dibujó historietas. Ha dirigido 'El día de la bestia' o 'La comunidad', y desde junio de 2009 preside la Academia del Cine de España.
Nació en Bilbao en 1965. Antes de llamar la atención con el corto 'Mirindas asesinas' (1991), estudió Filosofía y dibujó historietas. Ha dirigido 'El día de la bestia' o 'La comunidad', y desde junio de 2009 preside la Academia del Cine de España.
JORGE PARÍS
Nació en Bilbao en 1965. Antes de llamar la atención con el corto 'Mirindas asesinas' (1991), estudió Filosofía y dibujó historietas. Ha dirigido 'El día de la bestia' o 'La comunidad', y desde junio de 2009 preside la Academia del Cine de España.

La Guerra Civil, el Valle de los Caídos, Carrero Blanco... De la mano de dos enloquecidos payasos, el cineasta repasa parte de la historia de España con Balada triste de trompeta, premio a la mejor dirección y mejor guión en el último Festival de Venecia.

Ha hecho de todo, pero esto es de lo más intenso y brutal...

Sí, es la tragedia de dos payasos que se enamoran de la misma chica, penan una culpa de la que no son responsables y alcanzan la perdición a través de la ira y la venganza. La película no es extrema: es extremista. Y expresionista, porque todo lo bueno, también en el cine, ya está hecho.

¿Traumado con los payasos?

No, pero son un símbolo perfecto de la condición humana. No somos Hamlet ni el Rey Lear, sino payasos que quieren gustar. Y sí, algo de trauma hay. Recuerdo ir de pequeño al circo y era algo siniestro, olía a animal y aparecía un tipo disfrazado de Spiderman que, desde luego, no era él.

¿Es España, también, un circo?

A veces... no. Pero vivimos con una intensidad histriónica y no tenemos ejemplos de sensatez. Para valorar a alguien tiene que estar muerto o ser extranjero: empezamos a querer a Picasso o a Buñuel cuando se fueron a Francia.

¿No es la película una mirada alucinada a nuestra historia?

Más que a eso, es una mirada a mis recuerdos. Eurovisión, el Un, dos, tres... o Los payasos de la tele: lo más bonito, alegre y delicioso que hubo en mis tardes infantiles al regresar del colegio. Es, por lo tanto, un homenaje a los que me hicieron feliz.

Pero sin ñoñerías.

Recordar no tiene por qué ser nostálgico. Hay que recordar también lo malo, sacarlo y exorcizarlo hablando de ello.

Como la muerte de Carrero Blanco o Francisco Franco.

Recuerdo lo primero como algo demencial, pesadillesco y circense. Respecto a Franco, le muestro como un dictador sensible. Ésos son los más peligrosos: "Os cuido, os amo y protejo como vuestro padre, y por eso tengo derecho a castigaros y haceros sufrir".

¿Y el homenaje a Raphael?

Porque una canción suya, La balada de la trompeta, terminó de definir la película en mi cabeza. Y porque es un genio, uno de los pocos hombres capaces de sobrevivir a todos los tiempos y flotar sobre la mediocridad.

¿Qué aprendió tras 9 películas?

Oficio, técnica: mentalmente, soy el mismo. No creo en la madurez: la edad enseña a esquivar los golpes y a cortarte, y hay que hacer un esfuerzo para seguir sintiéndote libre.

¿Hará algún día las frustradas Fumanchú o La marca amarilla?

Quizá, o quizá es que hablo demasiado y tengo que aprender a callarme... Siempre he querido hacer una película de acción y aventuras, a lo James Bond, con muchas localizaciones y diversión. Y espero hacerla algún día.

¿Gustan sus filmes al público? ¿Le llega su opinión?

Me llega, pero la gente es muy amable y me trata muy bien. También hay quien me dice que no le gustan mis películas, y me duele. Tanto como si me arrancaran un riñón, créeme.

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