En la universidad se copia con métodos electrónicos

Una alumna fue pillada en pleno examen con un audífono a través del cual le soplaban las respuestas. El artilugio vale 700 euros y ya hay quien lo alquila.
Una alumna de la Facultad de Económicas y Empresariales podría perder hasta un año de carrera después de que su profesor la sorprendiera hace pocos días valiéndose de un pinganillo conectado a un teléfono móvil para copiar en un examen.

Como ella, cada vez son más los estudiantes aragoneses que aplican las últimas tecnologías a la picaresca en las aulas. Lo último es recurrir a las chuletas electrónicas, o a los pinganillos, pequeños receptores de audio que se ocultan en la oreja y permiten contactar con un compañero que sopla las respuestas a distancia.

El tirón de estos artilugios es tal, que ya hay quien los alquila en la universidad para sacar rentabilidad a su alto precio (los modelos más fiables se venden por 700 euros), según confirmaron a 20 minutos alumnos y profesores de Zaragoza.

Las consecuencias de ser pillado mientras se usan son, sin embargo, muy graves y suelen derivar en expedientes académicos e incluso en asignaturas completas suspendidas de forma automática durante varias convocatorias. Éste podría ser el caso de la alumna de Empresariales que fue sorprendida en los exámenes de enero usando el pinganillo.

Su profesor ya le ha notificado el suspenso directo en la convocatoria de este curso y ahora deberá afrontar una comisión de docencia. De la decisión de este tribunal universitario dependerá el castigo definitivo.

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Se venden incluso en Internet

El modo más sencillo de adquirir un pinganillo es acudir a Internet. En España hay una página dedicada a la venta de productos de espionaje que también comercia con audífonos y que opera desde Zaragoza (www.pinganillos.com) . En la web, el fabricante advierte de que está prohibido usarlos para copiar en oposiciones o exámenes, aunque por otro lado se vale de la marca «chuleta electrónica» para referirse a este tipo de artículos. Existen diversos modelos. Los más simples son difíciles de esconder en el pabellón auditivo porque van provistos de una pequeña antena. Los de última generación se acoplan perfectamente al oído externo y se pueden ocultar aunque no se lleve el pelo largo.

Incorpora un micro. Lección a distancia.

Los pinganillos-chuleta más avanzados incorporan un micrófono que se sitúa en el pecho y que recoge cualquier sonido, incluidas las preguntas del examen susurradas por el alumno. De este modo, un apuntador puede soplar las respuestas a distancia.

Con una calculadora. Miniordenadores.

Las calculadoras científicas de última generación tienen tanta capacidad como algunos ordenadores personales. La picaresca se vale de ellas para incluir apuntes y fórmulas matemáticas o científicas que de otro modo habría que memorizar.

Chuleta tradicional. Arrasa el cambiazo.

La chuleta tradicional sigue siendo la más utilizada. Aparte de los apuntes reducidos a pedazos minúsculos de papel, uno de los más exitosos es el cambiazo. Consiste en tener preparado un tema en un folio que se sustituye por una de las hojas del examen.

En los mejores sitios. Notas en el pupitre.

Es una de las trampas más sencillas y antiguas. Los alumnos acceden a la clase donde se realizará el examen con horas de antelación, eligen los sitios más escondidos y se dedican a anotar a lápiz sus apuntes directamente sobre la mesa.

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