J.R.R. Tolkien, la pesadumbre de un creador de mitos

  • Tres obras recién editadas nos acercan al genial creador.
  • Se trata de un poema, bocetos y un estudio de cartografía.
  • Más allá de los elfos y hobbits y había un hombre contradictorio lleno de melancolía.
J.R.R. Tolkien, autor de El Señor de los Anillos.
J.R.R. Tolkien, autor de El Señor de los Anillos.
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J.R.R. Tolkien, autor de El Señor de los Anillos.

Un poema de despedida, considerado el epílogo de El señor de los anillos (La última canción de Bilbo); un estudio sobre la cartografía de parte del mundo que creó,Beleriand (Al oeste de las montañas, al este del mar); y esbozos de su ilustrador más paradigmático, Alan Lee (El señor de los anillos. Cuaderno de bocetos).

Estas tres obras recién editadas por Minotauro nos acercan hoy un poco más a Tollkühn (el temerario). Tal es la traza etimológica del apellido Tolkien en sus orígenes germanos. Y dicen quienes conocieron a John Ronald Reuel Tolkien, Ronald en la intimidad y eternamente ligado a su pipa, que era tradicional hasta el extremo, que repudiaba los cambios y que pecaba de cierto machismo.

"Le molestaba que pusieran sus nombres élficos y de héroes a las vacas -se ofreció a inventarse otros para ellas-", cuenta Francisco Jaqueti, vicepresidente de la delegación de la Sociedad Tolkien en Madrid. "Condenaba que otros buscaran en su obra significados ocultos que no existían: que la Tierra Media era la Inglaterra en guerra, que los orcos encarnaban a los comunistas o que el Anillo Único era una metáfora de la bomba nuclear".

Era un profesor apreciado, contestaba a las cartas de sus fans y sus cuestiones, y finalmente tuvo que retirar su teléfono del listín y mudarse de casa, víctima de su éxito. También era un hombre contradictorio: bajo su trato afable y cordial yacía la tristeza y el pesimismo.

Compartía con Frodo, hundido por el peso del Anillo Único, una melancolía que nunca le habría de abandonar. No es de extrañar que éste saliera de la pluma de quien vio morir a su madre cuando sólo era un niño, quedando al cargo de un tutor, de quien luchó en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y vio morir a sus amigos, de quien vio marchar a sus hijos al frente de la Segunda Guerra Mundial. Como los niños de Narnia, obra creada por su buen amigo C. S. Lewis, tuvo un armario particular para huir de un mundo cruel y oscuro como el propio Mordor y poder combatirlo a su épica manera: la fantasía.

La forja de un maestro

Muchas de sus vivencias infantiles dejaron huella en su futura producción literaria: una tarántula que le picó en el jardín en la Sudáfrica donde nació, en 1892; la campiña y la granja de su tía, Bag End (Bolsón Cerrado), donde se crió cuando su padre murió, cuando tenía él cuatro años; el Oratorio de Birmingham, a la sombra de dos grandes torres, la Perrott's Folly y Edgbaston Waterworks, donde pasó su adolescencia bajo la tutela de un sacerdote católico después de que a los doce años de edad se quedara también sin madre.

Las lenguas fueron siempre su consuelo. De pequeño se inventó unas cuantas: el 'animálico'; el 'nevbosh' ("nuevo disparate"); o el 'naffarin', basado en el español. Graduado con honores en Lingüística Inglesa y Literatura, cuando estalló la Primera Guerra Mundial se enroló como oficial de comunicaciones durante la batalla del Somme (Francia). Después enfermó de la llamada 'fiebre de las trincheras' y fue retirado del frente. Durante su convalecencia, comenzó a trabajar en lo que llamó El libro de los cuentos perdidos.

Así fue como, sin saberlo entonces, se puso en marcha una maquinaria creativa que, si bien no fue prolífica en títulos, dio lugar a uno de los universos más completos de los imaginados por el hombre. Meticuloso y perfeccionista, invirtió doce años en escribir su piedra angular, El señor de los anillos, publicado entre 1954 y 1955 despedazado en tres partes por sus dimensiones. No existe otra obra con una estructura lingüística inventada tan perfecta (se inspiró en el antiguo anglosajón y en el finlandés) y, sin duda, consiguió su objetivo: crear una mitología propia. Él se consideraba su cronista.

Su legado, cuidado y transmitido por su hijo Christopher, es venerado por millones de personas en el mundo; su tumba y los lugares donde vivió, objetos de peregrinaje. Tolkien bebió de la mitología nórdica para crear su obra, pero ésta transmite mensajes de plena actualidad: el peligro del poder y la importancia de lo pequeño.

Una historia de amor eterno

Bajo su compostura victoriana, Tolkien escondía a un romántico. Entre sus baladas destaca por su belleza la historia de Beren y la elfa Luthien (El silmarillion): él se enamoró viéndola danzar en el bosque, pero el padre de ella se opuso a su relación porque Beren era mortal. Ella finalmente renunció a su condición. Como en la balada, la joven Edith bailó para Tolkien en el bosque, dejó de ser anglicana y se convirtió al catolicismo para casarse con él. Tolkien siempre la consideró su "Luthien". Así lo escribió en su lápida cuando murió. Y cuando se unió a ella en la muerte, escribieron "Beren" bajo su nombre.

No pases de...

Una peli

Trilogía El señor de los anillos (Blu-Ray): Nunca el cine de fantasía llegó a cotas tan altas. Peter Jackson hizo de una obra maestra una adaptación de impresionantes magnitudes, marcando un hito en la historia del celuloide. Su tercera entrega, El retorno del rey, ganó los once Oscar a los que optaba en 2004. Aurum, 64,95 .

Un disco

Nightfall in Middle Earth: Si bien en anteriores trabajos ya habían publicado temas sobre la obra de Tolkien, no fue hasta 1998 cuando los alemanes Blind Guardian dedicaron un álbum entero a El silmarillion. A ritmos de heavy metal, ahondan en la creación de la Tierra Media y sus mitos. Un plato fuerte como alternativa a las B. S. O. y Enya. Century Media, 19,95 .

Un libro

J. R. R. Tolkien. Una biografía: Consultando documentos inéditos, correspondencia y entrevistas con familiares, amigos y aquellos que mejor le conocieron, el biógrafo Humphrey Carpenter pinta su retrato más exhaustivo. De entre todas sus biografías, es, junto con la edición de sus cartas, la más canónica. Ed. Minotauro, 13 .

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