Ignacio Fernández Toxo, el hombre que durante 4 años fue Ángel Luna González

Ignacio Fernández Toxo, en su despacho.
Ignacio Fernández Toxo, en su despacho.
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Ignacio Fernández Toxo, en su despacho.

Dicen quienes le conocen más allá de una entrevista o un café que Ignacio Fernández Toxo (A Coruña, 1952) es entrañable, pero lo cierto es que su rostro suele ser hierático, casi solemne, tanto que arrancarle una sonrisa, aunque sea para una fotografía, cuesta un potosí. El líder de Comisiones Obreras ( CC OO) no sonríe ni siquiera en sus fotos personales, como se pudo ver en la instantánea de su controvertido crucero, aquel que le enfrentó a algunos medios de comunicación que se preguntaban si era ético su viaje, mientras en España se gestaba la huelga.

Sonríe lo justo y admite que su carácter reservado es uno de sus mayores defectos. La personalidad del ahora líder sindicalista parece marcada por su infancia en una aldea de Ferrol, durante los años más duros del franquismo. Recuerda con rabia las colas para recibir la ayuda que llegaba de Estados Unidos: ni entonces, ni mucho menos hoy, logra explicarse por qué llegaba a Galicia leche en polvo norteamericana, en un entorno donde lo que más sobraba eran las vacas.

Por aquel entonces decidió que quería ser "ajustador montador de dispositivos eléctricos industriales" y así fue como terminó de electricista, con 15 años, trabajando en el astillero para la Empresa Nacional Bazán.

Fernández Toxo recuerda con nostalgia aquellos años en el astillero y añora trabajar "ocho horas y no catorce", como le sucede desde que se erigió como líder de CC OO, a finales de 2008.

Una vida dedicada al sindicalismo

Su presente como secretario general de CC OO es el clímax a toda una vida dedicada al sindicalismo, que comenzó en su más tierna adolescencia, con 16 años, cuando durante la emisión de la película Boinas verdes de John Wayne arrojó contra la pantalla unos huevos con tinta para protestar contra la Guerra de Vietnam. Un año más tarde, le detuvieron por primera vez.

Aquellas trastadas se convirtieron en la antesala del verdadero punto de inflexión del gallego: la huelga del 10 de marzo de 1972 en Ferrol. La negociación de un nuevo convenio con el astillero acabó en una batalla campal y con Toxo despedido y en la cárcel.

Cuando salió de prisión se condenó al ostracismo durante cuatro años, durante los que vivió clandestinamente bajo el nombre de Ángel Luna González.

Aún no tenía 20 años cuando ya había devorado libros de materialismo histórico que ahora, con la sabiduría que le ha dado el paso del tiempo, admite que apenas entendía. Le podía la pasión, su causa.

Esa pasión de entonces es la misma que muestra ahora Toxo, ateo convencido, con los detalles nimios de la vida. Es por eso que la corbata le estorba más de lo que le gusta y resulta casi imposible encontrar una fotografía donde la lleve. El gallego no se la puso ni tan siquiera durante su última visita a la Moncloa, donde Zapatero trató de convencer a los sindicatos que no fueran a la huelga. El intento fue en vano.

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