Borat entre las dos Españas

Víctor García León se ríe de nuestro país cainita en ‘Selfie’, revelación del Festival de Málaga junto a su protagonista, Santiago Alverú
Borat entre las dos Españas
Borat entre las dos Españas
Borat entre las dos Españas

La primera vez que hablé con Santiago Alverú fue por teléfono. Me estaba invitando a ser jurado de unos premios y, sin saber muy bien de qué me hablaba, le dije que sí a todo lo que me proponía. Un mes después estaba en, ostras, el Ramses, dándole un premio patrocinado por Hendricks a Chiquito de la Calzada ex aequo con Luis Miñarro, el productor más underground del cine español. Esta concatenación de hechos fomentó mi interés por el chico que, al teléfono, me había resultado tan convincente y que ahora presidía, al fondo de la mesa, el jurado más revoltoso de mi carrera periodística. Americana abotonada, camisa planchada, pelo con raya a un lado y, ¿cuántos? ¿veintiséis? ¿veintisiete años? ¿Quién demonios era este chaval que había montado unos premios de la nada? Acabó la cena y me fui directa a hablar con él. Una hora después, sólo acerté a decir:

–Yo creo que eres el único pijo que conozco en todo el cine español.

Ovetense afincado en Madrid, estudiante de comunicación audiovisual, recién acabada la carrera y sin ninguna relación con la industria, había montando de la nada los Premios Yago con el propósito de enmendar las imperdonables ausencias de los Goya. Con sólo 22 años lanzó la primera edición en la que ganaron los guionistas de Ocho apellidos vascos o Mariano Ozores, que al año siguiente recibiría el premio de Honor de la Academia. Esa noche, la de la tercera edición, me dijo antes de marcharse:

–Ah, acabo de protagonizar una película.

Corte al Festival de Málaga. Es decir, a hoy. En Sección Oficial se presenta Selfie, la nueva comedia de Víctor García León (Vete de mí) que se ríe de nuestro país cainita retratando a un pijo que baila entre el PP y Podemos cuando a su padre, un ministro, lo enchironan por corrupto. El primer pase causa aplausos, risas y una inmensa ovación. El pijo es, claro está, Santiago Alverú. Su personaje, Bosco, es un Borat entre las dos Españas, un Sacha Baron Coen entre Génova y Lavapiés. Un pijo que, en modo falso documental, nos cuenta cómo su círculo pepero le da la espalda, su novia megagenial le deja por otro, la grúa se lleva su Mini y se queda sin casa y sin Máster de negocios. Desahuciado y sin un duro, conoce a una chica bondadosa y ciega que le presta casa y amigos, se muda a Lavapiés, se hace un selfie con Podemos y hasta prueba el Kebab. “¿Pero seguro que esta comida no es peligrosa?”, dice en uno de los momentos más hilarantes de la película producida en cooperativa y rodada a salto de mata durante un año.

Borat entre las dos Españas

“El guión era mucho más bobo y primario, pero este señor cogió al personaje en hombros y nos dijo lo que nunca diría un pijo y lo que sí –dice Víctor García León convencido de que sin Santiago Alverú la película no existiría–. Es un personaje muy difícil de encontrar, nosotros queríamos darle verdad, no queríamos a un actor haciendo de pijo”. De camino a la entrevista me encuentro a dos periodistas cinematográficos que han salido encantados de ver Selfie.

–Pero es que el protagonista es un pijo de verdad–me dicen fascinados.

Para entonces ya he hecho los deberes. Lejos de ser un actor de método, Santiago Alverú, el otrora creador de los premios Yago, ha tirado de su experiencia como cómico, bien rodado en el stand up comedy y en su blog Semejante ramera.

“Lo único que yo podía ofrecer dentro de mi lastimero curriculum de actor era mi experiencia haciendo monólogos, tener un punto de sentido del humor y de rapidez cómica”, cuenta en la entrevista Santi Alverú. Y, no obstante, en lo que parece la trayectoria menos pija de España, ha firmado ya su siguiente papel en un corto de Isabel Coixet.

Pero, un momento, ¿qué hace al pijo del siglo XXI? ¿Es no haber pisado jamás Lavapiés? Pero, ¿y qué pasa con Malasaña? ¿Es el chaleco plumas sin mangas que Bosco luce en Selfie? ¿O son sus amigos, esos que le dan la espalda en cuanto encarcelan a papá?

–Ser pijo no es malo –me cita a Jabois Santi Alverú–, el problema es querer ser pijo, eso es lo que te destroza la cabeza. Si has nacido en el centro de Oviedo, te han vestido con camisas y has ido a un colegio de curas, no eres pijo, ¿o qué?

–Ser pijo no tiene que ver con el dinero –añade Víctor García León.

Lo de Jabois me devuelve a la noche de los Yago, cuando después de llamarle pijo, pregunté:

–Pero, ¿a ti qué es lo que te gustaría hacer realmente?

–Escribir.

Santi Alverú dirige y escribe un blog. De sus magníficos textos, recomiendo encarecidamente este en el que recupera un recorte de periódico y una cita del gran Perico Vidal, ayudante de dirección de David Lean y amigo de Frank Sinatra, que se refería a la profesión del cine como eso que suele moverse entre lo cutre y lo sublime. Qué bien se mueve en ese abismo tan de aquí Santi Alverú, el pijo menos pijo que he conocido nunca, nuestro Borat entre las dos Españas.

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