Paraguay, otro muro que derrumbar

El paraguayo Enrique Vera (d) y el japonés Yuto Nagatomo disputan el balón durante el partido que las selecciones de Paraguay y Japón en octavos de final.
El paraguayo Enrique Vera (d) y el japonés Yuto Nagatomo disputan el balón durante el partido que las selecciones de Paraguay y Japón en octavos de final.
EFE
El paraguayo Enrique Vera (d) y el japonés Yuto Nagatomo disputan el balón durante el partido que las selecciones de Paraguay y Japón en octavos de final.

Paraguay logró romper su techo y clasificarse por primera vez en su historia para los cuartos de final de un Mundial de fútbol, en su octava participación, tras haberse quedado en tres a las puertas y al final de una agónica tanda de penaltis contra Japón.

Conducido por el argentino Gerardo Martino, el combinado guaraní hizo historia. La que no pudieron hacer sus antecesores, y eso que tres de ellos anduvieron cerca.

De la mano de Cayetano Ré, el histórico jugador guaraní que posteriormente fue seleccionador, alcanzó los octavos en 1986, pero en esa fase se cruzó con la Inglaterra de Gary Lineker, en plena racha, autor de dos de los tres tantos ingleses que apearon a Paraguay de los cuartos.

Fue la primera gran decepción, con la miel en los labios, en su cuarta participación en un Mundial, la ilusión de que en el futuro podía hacerse mejor.

Pero en los dos siguientes mundiales paraguay no acudió, víctima del gran nivel de su continente, el logro de México quedó como un islote, aislado en la historia del fútbol del país.

Tuvo que venir una nueva generación, liderada por un portero descarado y ambicioso, José Luis Chilavert, el guardameta que se hizo famoso por lanzar las faltas y por su gran calidad bajo los palos.

De su mano y con el brasileño Paulo César Carpegiani en el banquillo volvió a una fase final en 1998 y lo hizo por la puerta grande. Segunda de su grupo en la primera fase, dejó fuera a España y se coló en los octavos de final por segunda vez.

Otro asalto a los cuartos, a meterse entre los ocho mejores equipos del mundo.

Enfrente estaba la Francia anfitriona de Zinedine Zidane alentada por el público que abarrotó el estadio Felix Bollaert de Lens. Paraguay plantó cara, se defendió con todo, secó a un equipo que acabaría por proclamarse campeón del mundo.

Y forzó la prórroga, una prolongación que hacía soñar con los cuartos. Pero en ese tiempo, el defensa galo Laurent Blanc logró un potente cabezazo que se convirtió en el único gol de oro de la historia de los mundiales.

Fruto de esa norma, que posteriormente quitó la FIFA, Paraguay volvió a quedar apeado en los octavos, una decepción para un equipo que aspiraba a más.

En 2002 volvieron al Mundial, con el italiano Césare Maldini en el banquillo, un entrenador de prestigio, para llegar más lejos, y con Chilavert todavía más líder, más capitán del grupo.

Logró el segundo puesto de su grupo en la primera fase y la suerte le emparejó en octavos con Alemania. Un rival difícil, una montaña casi insuperable que los guaranís afrontaron con la fe de poder conseguirlo.

El escenario fue la isla surcoreana de Jeju, un paraíso que parecía la antesala de la gloria para Paraguay.

El equipo mantuvo el tipo, plantó cara a los germanos durante más de 88 minutos. Pero en ese momento llegó el mazazo, un tanto de Neuville que volvía a frenar a los guaranís. De nuevo se escapaba el sueño.

Logran el sueño

Esta vez lo lograron con brillantez. Primeros de un grupo en el que estaba Italia, la defensora del título, con un único gol en contra, se presentaron en octavos ante un Japón que también buscaba entrar en la historia.

Muchos nervios en el partido que terminó con empate a cero. Y una tanda de penaltis, antesala de la gloria o la decepción. Esta vez la suerte estuvo de su lado.

Fue la gloria, aunque Martino, ambicioso, dice que quiere más. Paraguay ya ha hecho historia, ha roto su techo. Falta poner el listón más alto.

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