Atrapados en 8 bits

En el Mundo Real las cosas se componen de carne, piel, agua, pelo, tornillos, acero, etcétera. En el Mundo Virtual la materia prima ya no es átomo, sino bits y píxeles, y estos son, estimado amigo, la insignia de las generaciones que han crecido enredados entre cables, mandos de consola y monitores. De aquí al arte sólo hay un byte.
Ilustración de ascii_bit
Ilustración de ascii_bit
ascii_bit
Ilustración de ascii_bit

Palabras clave: bit, píxel, blip, bleep, mapa de bits, arcade, 8 bits. Empecemos: abre cualquier imagen con algún programa de edición y empieza a ampliar. Verás que, por muy perfecta que parezca en la superficie, a medida que te vas acercando empieza a descomponerse en microcuadrados cuya suma final forma un todo que comprendes. Ahí están: te presento a nuestros protagonistas, los píxeles.

Probablemente los recuerdes desde pequeño y hayan crecido contigo mientras las nuevas tecnologías trabajaban por disimularlos. Aunque tu cámara de fotos tenga mil megapíxeles y tus últimos videojuegos parezcan películas, te siguen conmoviendo todas aquellas imágenes obsoletas de la infancia, dibujos formados por cuadraditos tan reconocibles y palpables que, en ocasiones, apenas sí se distingue lo que representan. Pues estás de suerte, amigo, ¡ja! Una pandilla de nerds han tomado el control sobre estas imágenes y se están dedicando a formar nuevas piezas, obras y videocreaciones directamente inspiradas en esta estética. ¿Y sabes qué es lo mejor? Que estos demonios también tienen sede en la Península Ibérica.

El poder ‘geek’

«Empecé pintando grafitis y pinchando hard tecno, y ahora dibujo píxel a píxel y hago música con una Game Boy. Supongo que ya empezó todo de forma inconsciente cuando era un niño y me fascinaban todos esos sonidos y gráficos de mi Spectrum y mi Game Boy», cuenta Ralp, artista multidisciplinar que construye imágenes y música inspirados en estos recuadros. Pensando en esta estética, las primeras ideas que vienen a la mente son: nostalgia, retro, vintage computacional.

También es inevitable relacionar esta corriente con el masivo movimiento de recuperación de la iconografía de los ochenta, momento de apogeo de la movida pixelada. Óscar Civit alias ascii_bit, un chaval de Barcelona consagrado a corromper imaginería pixelada para las pantallas, comenta cómo «la generación de finales de los setenta a los ochenta crecimos con los videojuegos clásicos, con su música y sus colores e iconos; forman parte de nuestra memoria visual y sonora. No es una vuelta a los ochenta, sino que hemos recuperado parte de nuestra historia gráfica para darle una importancia que antes no tenía».

«Esto no va de recuperar cosas viejas y utilizarlas tal cual —apoya Raúl, cabeza visible del estudio visual Entter—, se trata más bien de replantearse las cosas y llevarlas a un nuevo nivel. Es como cuando Tarantino contó con John Travolta para Pulp Fiction: joder, el tío estaba hecho mierda, no lo querían ni para culebrones... pero Tarantino amaba a Travolta como si se tratara de una Game Boy y todavía le veía posibilidades, así que consiguió llevarle a un nuevo nivel».

Si preguntamos por las razones por las que triunfa esta imaginería, los manufactureros patrios nos apuntan algunas de sus claves: la sencillez y el minimalismo del cuadrado, lo amigable y resultón que parece, su expresividad y pureza, su enganche con los fans de videojuegos y la tecnología, su sabor a épocas pasadas. Para Txalo Toloza-Fernández, del estudio audiovisual MiPrimerDrop, «triunfa por lo básico de la propuesta. En un sociedad plagada de pantallas e imágenes, donde la factura de las mismas la mayoría de las veces es cuidada sobremanera en busca de la perfección, la estética 8 bits nos devuelve a lo más sencillo. Con los elementos más básicos disponibles puedes llegar a construir universos gigantescos, bellísimos».

Resulta, entonces, que esta historia nunca murió y lleva años desarrollándose a espaldas de las tendencias en tecnología y a la sombra del gran público aunque, como dice Markus Gmür, dueño y señor de la agencia de comunicación Gmür Studio, «la nostalgia vende». El estilo que cultiva Markus es el píxel art, una popular técnica de ilustración capaz de construir desde los objetos más mínimos hasta ciudades enteras a través de píxeles. «El píxel art es como jugar con Lego: puedes hacerte un pequeño coche con cuatro piezas o crear una gigantesca ciudad. Los límites los pone tu imaginación», explica Markus.

Sintonía enlatada

Pero todavía nos falta una sintonía que acompañe a este desfile de imágenes viejunas. ¿Te imaginas cuál puede ser la banda sonora de los píxeles? Pues sí, justo: esas canciones incorporadas a los primeros videojuegos, los sonidos enlatados y sintetizados que acompañaban al Donkey Kong mientras subía plataformas y al comecocos mientras recorría pasillos.

Paralelamente al movimiento visual, un grupo mundial de freaks se está encargando de recoger la herencia de los chips de sonido de 8 bits que acompañaban a los primeros Spectrum, Atari y Commodore 64 para hacer música. La vertiente más extendida es la que produce sonidos a partir de una Game Boy, y el nombre de esta música es chiptune.

«De la misma manera que ponemos un cartucho con un juego en una Game Boy, podemos poner un cartucho con un programa hecho para hacer música», nos cuenta Rabato, compositor electrónico y autor de remezclas de progressive y dance al estilo chiptune: «Los más extendidos son Little Sound DJ y Nanoloop. El primer paso sería probar el programa en un ordenador actual con un emulador de Game Boy. En Internet se puede encontrar información y usuarios dispuestos a ayudar. Un buen comienzo es la web de LSDJ, donde se pueden encontrar instrucciones paso a paso».

La idea clave de esta vertiente es la de reciclar viejos aparatos y chips, e incluso alterarlos y reconstruirlos para formar nuevos instrumentos (lo que se conoce como circuit bending) y arrancarles esos típicos sonidos pasados de fecha. «Dispositivos que en principio pueden parecer basura o poco prácticos son modificados y reutilizados dotándolos de un nuevo sentido, de un nuevo lenguaje»: así define Lautaro, otro productor del género, la filosofía que se esconde detrás del blip. El resultado de todo este embrollo de consolas y bits son shows donde el músico se convierte en un performer dispuesto a hacer mover nalgas a base de ruidos electrónicos y viejos recuerdos.

Rigo Pex, componente estable del grupo Meneo, un experimento capaz de mezclar 8 bits con ritmos tropicales o reggaeton, cuenta que a él todo esto le viene «de las ganas de hacer mover a la gente con la energía presencial y física que suele hacer falta en los clubes: los DJ no hacen más que estar de pie tras una mesa... no se mojan un pelo».

Instalación completa

La fiebre píxel-bitera también trasciende las disciplinas visuales y sonoras y se cuela en los objetos: ejemplo de ello son las obras de arte y decoración inspiradas en píxeles de Cristian Zuzunaga; las camisetas llenas de cuadraditos de Pixel Muerto; o los populares broches construidos con piezas de plástico hama beads simulando imágenes pixeladas construidos por Cristina Velasco alias XTNUR, una vallisoletana que empezó con esto «porque me empeñé en tener un broche de la seta roja de Super Mario y no paré hasta hacerlo de una forma original».

La escena peninsular se mantiene en buen estado y creciendo, como demuestra la existencia del colectivo microBCN o la presencia internacional de los visuales firmados por Raquel Meyers. «Te puedo decir que vivo de tocar la Game Boy y pocos me creen», afirma Rigo Pex (Meneo), aunque es posible que este movimiento no sea del agrado de todos, como argumenta Txalo: «Para Nintendo somos un lastre, el enemigo; su idea es vender el mayor número de consolas de última generación; nosotros, en cambio, no paramos de comprar consolas descatalogadas en tiendas de segunda mano. No nos quieren, pero somos un movimiento de culo inquieto basado en el háztelo tú mismo y eso nos mantiene fuertes».

Lo que sí tienen es el favor del público, con quienes no les cuesta conectar a pesar de lo minoritario de la propuesta. Su gran baza es Internet: la Red pone en contacto a artistas y al público y ofrece pistas suficientes a cualquiera que quiera iniciarse en esta disciplina. «Todo el mundo tiene dentro un lugar para los 8 bits», cuenta Rabato. Lautaro se pone aún más apocalíptico invocando el futuro: «Invasión de medios y vuelta a los 8 bits de resolución, ataque planetario Game Boy en mano, lluvia de píxeles y algunos blip stars como resultado. Blip or die!».

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