Papel a todo volumen

Es papel, pero no lo parece. Cuatro artistas con nuevas ideas demuestran que hay muchas maneras de convertir las dos dimensiones en tres con un material que está lejos de haberse agotado. En sus manos, el papel deja de ser un elemento plano condenado a reposar sobre una mesa.
Obra de Chrissie Macdonald
Obra de Chrissie Macdonald
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Obra de Chrissie Macdonald

¿Están el vulgar folio o los nostálgicos cuadernos condenados a la reliquia? Ordenadores, agendas y libros electrónicos les dan un tufo anticuado, aparatoso, poco interesante. En defensa del papel todos podemos recordar alguno de los episodios de traición electrónica de nuestra vida, como que la agenda del móvil desaparezca y nos maldigamos por no tener un listín telefónico, una libreta maltrecha escrita a boli. La salvación de la catástrofe.

Es el renacer del papel. Se enfrenta con valentía a la virtualidad y la desafía con un aura artesanal de tijeras y pegamento, lejos de las manualidades y cerca del arte y el diseño. Así lo demuestra el handmade 3-D (3-D hecho a mano): una tendencia que vive un momento de renovación y salta de galerías y exposiciones al diseño, la fotografía y la publicidad.

«Lo que más disfruto de esta técnica es la inmediatez. No dependes más que del papel para hacer tu trabajo. No hay que jugársela con procesos complicados», señala Chrissie Macdonald, que crea arte tridimensional para libros, revistas, cartelería o campañas publicitarias. En el extremo más artístico está la cándida obra de Aoyama Hina. «Utilizo un papel comprado en Suiza, similar al del origami», cuenta la siempre artesanal japonesa, que practica el menos es más tan sólo con unas tijeras.

No sólo papiroflexia y recortables

Bert Simons, holandés, es todo lo contrario: siente que el papel y lo tecnológico se complementan. Utiliza cámaras, ordenadores y escáneres para crear sus esculturas. «¿Qué me atrae de las tres dimensiones? Proporciona una visión más completa. Todo se ve desde más ángulos». Por su parte, Laura Cooperman demuestra, con sus blancas y frágiles estructuras de papel guiadas por elementos de metal, que también hay lugar para los tornillos y las tuercas. «Inserto piezas de bicicleta en mi obra porque son mecanismos muy simples que producen un ritmo monótono y persistente», explica la estadounidense.

Las técnicas convierten al papel en una fuente de posibilidades lejos de clásicos como la papiroflexia o el simple recortable. Los artistas más originales, que lo unen al 3-D, exploran sin necesidad de acudir al último ingenio electrónico que obsesiona a tantos adictos a lo nuevo. «Es manual, meticulosa, traviesa, no siempre lo que parece a primera vista», dice la inglesa de 32 años Chrissie Macdonald de su obra. Juega con serpentinas y hace bodegones extravagantes. Apetece tocar la superficie lisa y colorida de los objetos que recrea para comprobar si son reales. Es un ejemplo del triunfo del papel fuera de las galerías. Estudió Diseño en la Universidad de Brighton (el Reino Unido) y al licenciarse, junto con otros compañeros de la facultad, abrió en el año 2000 un estudio en el este de Londres. Allí se establecieron con el nombre de Peepshow Collective, un proyecto multidisciplinar que se dedica a la dirección de arte, la ilustración y la animación.

Chrissie hace bocetos según la idea que quiera transmitir, dibuja, recibe consejos de los directores de arte, planea y rediseña. Se sirve de cuchillos de precisión, un spray adhesivo, pegamento, una regla de metal, alfileres, papel de lija... «Completar el modelo es sólo parte del proceso», asegura destacando el trabajo en equipo de un colectivo que se unió para ser más fuerte e influenciarse entre sí. Tras fijar la idea, John Short (el fotógrafo) y ella trabajan en el estudio, donde la luz y la foto final crean la escena definitiva.

Aunque ilustradora, ha jugado con el papel como materia prima desde que estudiaba «porque lo veía compatible con la ilustración. Quería mezclarlos». Ahora tiene entre sus clientes a Orange, The New York Times Magazine o al famoso festival de teatro independiente de Edimburgo (Fringe): «Es cierto que los modelos artesanales de papel en tres dimensiones se utilizan cada vez más en el mundo editorial y publicitario. ¿Las razones? Mmm... tal vez sea una reacción a lo digital, a la imagen hecha por ordenador».

Portadas de discos, libros, revistas, anuncios o las infinitas posibilidades en la decoración de un escaparate o un local completo descubren un material que sabe sobrevivir en su fragilidad. Pero no se trata de una dictadura manual. Al contrario que muchos amantes de lo electrónico no quieren verle potencial a lo que nos valió toda la vida, los artistas que reproducen la realidad con papel lo aprovechan todo. «Utilizo un escáner para copiar formas tridimesionales y una cámara para las texturas. Me temo que no es muy creativo, sino una tarea minuciosa y lenta para reunir y procesar las medidas del mundo real en un software», dice Bert Simons, de 44 años, desmarcándose de la presunción que a veces contamina a los artistas.

«Le doy un giro a la artesanía, pero no considero arte mucho de lo que hago». Le quita peso a su obra mientras habla del proceso casi robótico de escaneo y fotografía que precisa. Elabora retratos reales en esculturas de cartón: un amigo, el alcalde de Rotterdam (su ciudad), él mismo... Bert ya ha clonado con éxito varias veces.

«Me colocan en el salón»

Cuando digitaliza al retratado se vale de la triangulación: divide la foto en triángulos para establecer la distancia y el área de los puntos básicos. De la impresora salen pedacitos inconexos de ser humano que, de manera un tanto mágica, acaban por encajar unos con otros y crean el clon en 3-D. «Los retratos son el mayor reto para cualquiera», afirma Bert cuando se le pregunta por su fascinación por el cuerpo humano. Le encantan los detalles, el gesto, lo difícil que resulta reproducir con fidelidad el espíritu, lo que somos y lo que vemos.

Su relación con el papel comenzó por un instinto de supervivencia. En un momento en el que estaba sin un duro, el cartón se presentaba como la alternativa más barata. Ahora incluso inspira a otros en su fijación por captar a la persona en tres dimensiones. En Internet se ha visto clonado por aficionados que descargaron su imagen y siguieron su técnica: «Es un honor que unos extraños pasen unas 40 horas cortando y uniendo mis piezas con pegamento y luego me coloquen en algún lugar del salón».

A Laura Cooperman, de 25 años, le gusta teorizar, perderse en las palabras para explicar su relación con los mecanismos: «Con el ritmo mecánico, la simbiosis entre lo que ves y oyes llega a hipnotizar. Al principio reconforta, casi como el móvil de la cuna de un bebé, pero poco a poco se vuelve sobrecogedor, como una cinta que espera su destrucción atrapada en un circuito. El movimiento acentúa la delicadeza del equilibrio». En Cleveland (EE UU), en su estudio de paredes blancas y suelos de madera, cubierto de recortes de papel que esperan a ser puestos en conjunto, tiene también máquinas diseccionadas y juguetes viejos que rescata y aprovecha para sacar piezas.

A veces prescinde del ruido de las bisagras y las tuercas y se zambulle en la arquitectura, una influencia familiar que ha heredado en el modo de superponer y construir niveles. Rodeada desde pequeña de planos, en algunas de sus ruedas de papel movidas por ingenios mecánicos un motivo recurrente son las hileras de casas que giran en una eterna calle. «Mi inspiración está fuera. Pienso en cómo los edificios están puestos en relación al terreno, cómo se influencian unos a otros, su historia, cómo los residentes los cambian para personalizarlos... Es como andar por un museo, hacer un estudio antropológico».

Su obra busca la precisión, los austeros (pero no simples) cortes del papel construyen motivos en cascadas, círculos concéntricos y norias que bailan unidas por piezas que podrían ser de un mecano. Todo parece estar en el aire. «Si tuviera que escoger algo que definiera lo que quiero transmitir, supongo que sería la sensación de flotar suspendido en el agua».

La idea más artesanal del papel como material para crear volumen no se acaba en unir piezas. La forma de arte más antigua que se conoce con este material es el recorte: el primer testimonio, del siglo vi (poco después de que los chinos inventaran el papel), se encontró en tumbas de Xingjian. La técnica del calado con cuchillos o tijeras es mundial, con variantes que van desde el Scherenschnitte (cortes de tijera) alemán y suizo del siglo xiv hasta el colorista papel picado de México.

El blanco del papel desaparece

La historia del recorte se sigue escribiendo: Aoyama Hina recupera la paciencia ancestral del recorte para calar hasta el límite el papel. Con unas pequeñas tijeras, en un proceso lento que pocos aceptarían como único posible, la japonesa autodidacta, de 39 años y residente en Francia, trabaja en su casa en una pequeña mesa. Siempre escucha música, a menudo es el piano de Ryuichi Sakamoto lo que más le hace falta «para atraer a los dioses de la inspiración», confiesa riendo. Recorta los papeles hasta que sólo queda una red de ensoñadores dibujos que a veces mete en vitrinas o burbujas transparentes. Siempre son negros, pero su detallismo barroco no podría convivir con un estampado: «Quiero expresar el color usando la monocromía».

Ramas en flor, garzas, peces, mariposas, animales silvestres o textos con caligrafía de maestra elegante descansan en láminas donde los espacios en blanco han desaparecido como comidos por bichos exquisitos. «Mis ideas nacen de la naturaleza y la Tierra. Los problemas medioambientales y la crueldad hacia los animales me llevan a elegir motivos. Los textos suelen ser poesía: Voltaire, Baudelaire...».

El papel nos acompaña. Con mejor o peor resultado siempre hemos jugado con él: aviones, tiras de muñecos dándose la mano, poliedros tridimensionales para la clase de geometría... ¿Te han entrado ganas de cortar y pegar de verdad y no en un ordenador? Internet está lleno de páginas con plantillas para imprimir y construir en 3-D. En toypaper.co.uk hay sonrientes monstruos ideales para empezar: cíclopes, con aletas o tentáculos. La web 3eyedbear.com tiene personajes más elaborados, como ratones saliendo de un queso, pájaros, un hechicero indio o un zombi, que harán que te decidas a regresar a las manualidades por un rato. La página paperfoldables.com tira del arte pixelado con algunas figuras inspiradas en videojuegos de los años ochenta. Hay mucho más, y todo está en tus manos.

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