¿Cómo puede haber museos así?

  • Quizá sus exposiciones no derrochan belleza, pero sí originalidad.
  • Cuerpos deformes, cuadros horrendos, penes y deposiciones de animales protagonizan algunas de las muestras más extrañas.
  • Lugares idóneos para satisfacer curiosidades y morbos.
Coche del Museo Zippo.
Coche del Museo Zippo.
Coche del Museo Zippo.

Aunque algunos no los pisen, son fundamentales en determinadas ciudades. Un paseo por París será incompleto sin el Louvre, Nueva York no son sólo rascacielos sino también el MoMA o el Guggenheim y, desde luego, España perdería atractivo sin los muchos que la salpican. Museos: lugares que, sin embargo, no tienen por qué rebosar cultura y belleza, sino que pueden contener objetos inútiles, esqueletos deformes, maíz o, incluso, penes.

¿Penes? Sí. Como los muchos (doscientos, ninguno humano) expuestos en Húsavík, un pueblo antes conocido por la pesca de ballenas y que ahora alberga la Faloteca Nacional Islandesa. El lugar, con un enorme falo en la puerta, es de Sigurdur Hjartarson. Empezó a coleccionar miembros de cetáceos, después de osos polares o leones marinos y, finalmente, de cualquier animal local.

Cuerpo feo, alma pura

<p>Museo.</p>Si las almas sensibles pueden sufrir en la Faloteca, peor lo pasarán todavía en el Mütter Museum de Filadelfia. Propiedad del Colegio de Medicina, muestra algunas de las más extrañas anomalías humanas. El lugar da más miedo que un concierto de Whitney Houston: el esqueleto de unos siameses, cerebros conservados en formol... Un paraíso para los morbosos por más que Gretchen Worden, durante muchos años su directora, escribiera: "Pese a que estos cuerpos son espantosos, las almas que albergaron eran de una aterradora belleza".

Tampoco brillan por su elegancia el Sulabh Toilet Museum de Nueva Delhi, la India, ni el Museo Jannick del Excremento, en la holandesa Enschede. Del primero no hace falta decir mucho: quién no disfrutaría contemplando sanitarios de hace 4.500 años. La evolución de este utensilio, literatura al respecto... Su creador, el doctor Bindeshwar Pathak, alega un buen motivo para abrirlo: concienciar a los ciudadanos de su país para que utilicen el servicio, previniendo así las frecuentes enfermedades contagiosas que corren por el país debido a la falta de higiene.

Respecto a Enschede, decir que su Museo del Excremento debe de ser uno de los lugares menos indicados para una primera cita. Deposiciones con los colores, tamaños o texturas más inverosímiles, pueden contemplarse y, en la sala estrella del museo, un simpático empleado nos abrirá una caja con algún tipo de hez en su interior. ¿La gracia? Adivinar a qué animal pertenece. Hay gente para todo.

Burt ríe

<p>Burt Reynolds.</p>Gente, por ejemplo, fanática de Burt Reynolds. El viril y bigotudo actor cuenta, desde hace años, con un lugar donde rendirle homenaje: el Museo de Burt Reynolds y Amigos, que muestra objetos pertenecientes al artista y piezas de su vestuario en diferentes películas. Las botas que usó en Striptease, el sombrero de Cien rifles o cartas personales firmadas por Sinatra o Jack Lemmon hacen del lugar un sitio muy especial. Para ver tanta maravilla los interesados deben ir a Jupiter, Florida, donde con un poco de suerte podrán cruzarse con el propio actor, que vive allí.

Y si les resulta curioso que haya un museo dedicado a un actor decadente, todavía más extraño les parecerá que en Michigan triunfe el Toothpaste World, un enorme recinto que muestra todo tipo de dentífricos. Pastas de dientes de todos los rincones del planeta, con colores fascinantes y sabores imposibles (chocolate, vino de California o Bourbon, para los que quieran oler a whisky a todas horas) son mostrados y, muchos de ellos, también vendidos allí. Un lugar imprescindible para dentistas y, por supuesto, cualquiera que haya sufrido alguna vez en su vida halitosis.

Arte horrendo

<p>Museo.</p>Y si hablábamos del celebérrimo Museo de Arte Moderno de Nueva York, el MoMA, espérense a saber que Boston tiene su MoBA, el Museum of Bad Art. Piezas de muy dudoso gusto se esconden tras su fachada: retratos pesadillescos, paisajes a años luz de la vida real o dantescas mezclas de colores componen el, según sus responsables, "único museo dedicado a la colección, preservación, exhibición y celebración del mal arte en cualquiera de sus formas".

No tienen por qué ser bonitos, pero al menos sí más útiles que los objetos acumulados en los tres últimos museos de esta colección de lugares absurdos. Los fanáticos de los mecheros Zippo tienen su meca en Bradford, Pennsylvania, donde el fabricante dispone de miles de metros cuadrados destinados a su producto estrella: el legendario encendedor de carcasa metálica y combustión de gasolina. Los que, en cambio, coleccionen calcetines saciarán su curiosidad y podrán abrigar sus pies en Japón, donde el Museo Naigai expone innumerables prendas. Los coleccionistas y consumidores de caramelos Pez serán, por último, felices en el californiano Burlingame Museum of Pez, con la colección más completa de envases de dicho dulce.

Dónde visitar a un ratón

El Ratón Pérez, el célebre roedor que alegra la niñez de desdentados infantes, tiene su Casa Museo en Madrid. No es el único ejemplo de originalidad nacional: Sant Feliu de Guíxols cuenta con el Museo de Chapas de Cava y Champán. La leonesa Astorga abrió el primer museo español del chocolate (en China hay hasta un parque temático), y Ciudad Real cuenta con el apasionante Museo del Orinal. Y ayer mismo se anunciaba que Tielmes, en Madrid, tendrá en 2011 un museo de criminología que, entre otras cosas, expondrá un garrote vil.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento