Lleva así toda la vida. Estuvo ocho años okupando una casa en Huerta del Rey hasta que le echaron porque estaba en ruinas y corrían peligro. «Allá donde vamos, aseamos y desinfectamos, porque somos pobres, pero somos muy limpios», asegura María. «Aquí no tenemos agua, pero hemos puesto un grupo electrógeno y podemos enchufar hasta el DVD», nos muestra Diego con orgullo.
Sin ayuda
Los dos están viudos, María tuvo ocho hijos y Diego siete, y todos hacen ahora sus vidas. Él cobra una pensión de 300 euros y ella recibe otros 300 de ayuda familiar. También venden chatarra y objetos que cogen de los contenedores para llevar al mercadillo. El asistente social les ha dicho que no les pueden realojar porque no tienen hijos a su cargo. «Yo no quiero que me den una casa por el papo, si tengo que pagar, pago. Pero lo que yo pueda. Necesitamos que nos ayuden», pide María. «Somos civilizados, tengo carné de conducir español, soy gitano diplomático, me gusta la sociedad y saludo a todo el mundo, que Dios es para todos igual», sentencia Diego. «Si al final nos echan, buscaremos otra casa vieja en algún sitio, porque así llevamos toda la vida», comentan resignados.
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