Ewan McGregor, la estrella normal

Entrevista al protagonista de El escritor, la nueva película de Roman Polanski
Ewan McGregor, la estrella normal
Ewan McGregor, la estrella normal
Ewan McGregor, la estrella normal

"No planeo mi carrera. Tengo la suerte de poder improvisar un poco, alternar proyectos de gran presupuesto con otros más pequeños. Afortunadamente, mi economía puede permitírselo”, nos explicaba Ewan McGregor hace unas semanas en el Festival de Berlín, a pesar de que debería andarse con ojo. Ya hace unos meses que la revista financiera Forbes lo situó en el número 2 de su lista anual de estrellas de Hollywood menos rentables –Will Ferrell ocupó el primer lugar--, en parte por los decepcionantes resultados comerciales de sus últimas películas, Los hombres que miraban fijamente a las cabras, Amelia y, sobre todo, Ángeles y demonios.

Considerando que otras películas recientes suyas como La lista (2008), El sueño de Cassandra (2007), Miss Potter (2006) y Tránsito (2005) también pincharon a nivel artístico y comercial, resulta difícil no imaginarse a McGregor de nuevo engullido por el peor retrete de Escocia, como le sucedió en Trainspotting. “¡Esperemos que El escritor lo impida!”, bromea el actor. Nadie diría que han pasado 14 años desde aquel chapuzón. No ha envejecido en absoluto, aunque no tiene el mismo aspecto. Luce más sofisticado, más cool.

En El escritor, interpreta a un escritor fantasma, un negro, a quien se le encarga completar las memorias de un exPrimer Ministro británico, Adam Lang (Pierce Brosnan), que mientras tanto se enfrenta a una causa internacional por crímenes de guerra. Los paralelos entre Lang y Tony Blair son obvios. “No sé qué pensará Blair cuando vea El escritor. Durante el rodaje salieron a la luz las acusaciones que implicaban al gobierno británico en el secuestro y tortura de sospechosos”, recuerda McGregor. “La película sostiene que nuestros políticos deberían afrontar responsabilidades. Blair tuvo que responder en Londres ante una comisión sobre la invasión de Irak. No sé si eso servirá para mitigar el dolor de las familias que han perdido a sus hijos en la guerra. En cualquier caso, también Bush debería dar explicaciones, pero estará demasiado ocupado jugando al golf”.

Se comprende que, durante la Berlinale, el debate político que El escritor anima pasará a un segundo plano. El principal punto de interés de la película era otro: su director, Roman Polanski, permanece arrestado en su mansión de Gstaad mientras espera su extradición a EE UU por la presunta violación de una menor en 1977. El escritor podría ser su última obra. “Me apenó mucho conocer su detención, me sentí mal por sus hijos, a quienes conocí”, lamenta. Sobre las cuentas de Polanski con la justicia prefiere no opinar: “Jamás me atrevería a decirle a nadie lo que tiene que pensar acerca de su caso. Decidí trabajar con él porque admiro al cineasta”. De todos modos, confiesa que rodar con él no fue fácil: “Si no le gusta tu trabajo puede ser muy brusco y agresivo. Te pone contra las cuerdas, te empuja a que busques la verdad hasta que dejas de actuar y empiezas a sentir”.

Que conste que, en ese sentido, no puede quejarse. A lo largo de su carrera, se ha puesto en manos de autores como Peter Greenaway, Todd Haynes o Tim Burton. También se ha enfrentado a fieros críticos teatrales británicos acerca de su participación en montajes como Guys and Dolls, y se ha expuesto a la ira feroz de los fans como joven Obi-Wan Kenobi. Su papel en la segunda trilogía de Star Wars y en Moulin Rouge (2001) lo que certificó el estrellato de McGregor. “Nunca pensé que se me llegaría a considerar una estrella”, puntualiza. “Sobre todo porque, después de Trainspotting, encadené películas que no me gustaron ni a mí, como Ojos que te acechan (1999) o La sombra de la noche (1997)”.

Quizá sea por ello que su número 2 en Forbes no le preocupa. Más molesto le tienen los largos periodos que el trabajo le obliga a pasar lejos de su esposa, la diseñadora de producción Eve Mavrakis, y sus tres hijas: “Las únicas tres cosas que me hacen feliz son, en este orden, mi familia, mi trabajo y mi colección de motos de época”. Atrás han quedado los años en los que era asiduo al pub –sobrio durante la última década– y vivía a fondo la celebridad. “Me sigue interesando el éxito, pero la fama ya no”, aclara. “Revistas enteras se llenan con imágenes de gente conocida sin maquillaje o vestida de andar por casa”. Y no es que a él le avergüence mostrarse indefenso en público, dado que es uno de los intérpretes masculinos más habituado a los desnudos frontales. El pequeño Ewan ha hecho hasta la fecha hasta cinco apariciones. “El cine dramatiza la vida, y en la vida real pasamos mucho tiempo desnudos”. Nando Salvá (Berlín)

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