192 agentes comenzaron ayer a vigilar los 186 centros educativos del municipio.

 

20 minutos se acercó hasta el colegio Fernández Caballero, en San Antonio, para ver cómo se les daba el primer día. 

 

Los 230 niños, de entre 3 y 12 años, que tiene este centro, están acostumbrados a ver al agente. Es el policía del barrio y controla el tráfico cuando los chicos entran y salen del colegio. Ahora, el agente también tiene que vigilar el absentismo y dar charlas sobre botelleo, graffitis, vandalismo...

 

«Llevo ocho años trabajando en esta zona y conozco a todos los chicos. Me respetan más que a sus padres. Por las mañanas me saludan con un choque de manos. Están acostumbrados a que yo esté aquí y no les resultará extraño que les aconseje de vez en cuando. Les tengo cariño y ellos a mí porque hasta me dedican los goles cuando juegan algún partido», asegura el agente Antonio.

 

 

La directora del centro, Carmen Villena, aseguró que el policía «hará lo mismo que ya hacía. Además, no tiene por qué entrar a las reuniones de padres. Sólo lo hará cuando se traten temas que le conciernan». Sufren el graffiti y el botelleo: «Estamos cerca de un centro de ocio y los jóvenes beben aquí los fines de semana. Después encontramos botellas y cristales», se queja. Problemas para el poli de barrio.

 

 

Cada policía local tiene un centro asignado. Ayer, los agentes entregaron a los directores un expediente en el que aparecen todos los datos del colegio. En esta hoja de planificación, se irán apuntando las peticiones que hagan los padres y profesores al policía. De qué quiere que dé las clases, a qué quieren que preste más atención... Todo estará supervisado por el municipal.