Alberto San Juan: "Confío más en mí mismo y en la humanidad"

  • Protagoniza 'La isla interior', que se estrena este viernes.
  • Encarna a Martín, un joven que anhela llevar una vida normal.
  • En el reparto, Candela Peña, Cristina Marcos y Geraldine Chaplin.
El actor Alberto San Juan.
El actor Alberto San Juan.
Jorge París
El actor Alberto San Juan.

Siempre resulta un placer dialogar con Alberto San Juan aunque hoy, quizá por el sombrío tono de la película y el personaje que presenta, parece algo menos conversador. Pese a ello, el actor no tiene problemas en hablar no sólo sobre su trabajo, sino también sobre su personalidad y su renovada fé en los seres humanos.

¿Qué sintió cuando vio la película?

La vi dos veces. La primera me resultó demasiado desconcertante, por haber participado yo en ella. La segunda me emocionó. Y me pesó mucho pensar que podría haber hecho cosas de otra manera.

¿El qué?

En tal escena podría haberme relajado más, en otras menos... Lo normal.

¿Le gustó el guión?

Me encantó. Es de las poquísimas veces que he leído un guión y he dicho: quiero hacerlo. Por todo. Porque trabajaban Cristina Marcos y Candela Peña, dos de mis actrices favoritas. Porque el guión me parecía excelente, uno de los mejores que he leído. Y porque pensaba que era una película que me movería por dentro, y eso es difícil.

¿Qué le emociona tanto de La isla interior?

Que hable de un tema fundamental: el dolor y la destrucción que supone el carecer de un lenguaje que nos permita comunicarnos. Es algo que debería ser natural pero que, por la forma de convivir, por la sociedad que hemos creado, nos resulta muy difícil. En primer lugar, acceder y comunicarse con uno mismo y, después, con los demás.

¿Lo ha sentido en primera persona?

He crecido en una sociedad donde la incomunicación es la norma. Quizá yo tampoco haya sido muy hábil a la hora de aprender lenguajes que me permitan compartir, pero no creo que mi caso sea extraordinario.

¿Quizá por eso se hizo actor?

Seguramente: por la necesidad de expresar y comprender. El sentido del oficio de actuar es intentar comprender al ser humano y sus relaciones. Y, después, transmitir esa comprensión: más que con la cabeza, con el cuerpo.

¿Le ha ayudado como persona ser actor?

Por supuesto: el teatro y la actuación me han ayudado muchísimo. Inevitablemente, la materia prima del actor es su propia experiencia y la observación de la experiencia ajena, y eso pasa por el aprendizaje vital.

¿Uno es, entonces, mejor actor según cumple más años?

En la medida en que va aprendiendo a vivir, sí. No es algo matemático, pero sí bastante común.

¿Qué siente por sus personajes?

Un actor tiene el deber de encarnar y de darle vida a un ser humano. La palabra personaje debería quedarse pequeña, porque tenemos la obligación de convertirlos en personas.

¿Quiere más a alguno de ellos?

Tengo que comprenderlos a todos, y eso se acerca bastante a querer. Tienes que defender a tus personajes, y eso no significa hacerlos buenos o amables. Su comportamiento puede ser malo, pero otra cosa es su esencia. Para mí, la esencia humano es un tesoro maravilloso que hay en todos. Pero hay gente que así lo vive, como algo maravilloso y por eso tiene comportamientos maravillosos, mientras otros tienen comportamientos de monstruo. Pero lo monstruoso es el comportamiento, no el ser humano.

Encarnar a un chico como el Martín de La isla interior, ¿es parecido a ir a terapia psicológica?

Quizá, porque toca un tema profundo, íntimo e universal: la familia. Todos hemos tenido una, incluso un huérfano tiene personalidades a las que ha dado un rol familiar. Todo el mundo tiene esa experiencia, y a menudo eso tiene una parte dolorosa, que puede ser mayor o menor. Todos tenemos algo que contar al respecto.

¿Qué siente al terminar un día de rodaje?

Un estado emocional muy intenso. Cuando te quedas relativamente satisfecho, estás muy contento y con ganas de fiesta. Pero si te quedas frustrado, te deprimes y sólo quieres encerrarte en la habitación. Y lo peor no es sólo que no depende de ti, sino que incluso la percepción que te queda es muchas veces errónea.

¿Actuando canaliza problemas?

Para hacer terapia está la terapia, pero es verdad que actuar tiene un efecto terapéutico. Pero como lo tiene vivir bien, o llorar y reír con tus amigos, o convivir con quien quieres.

¿Nunca le ha dejado machacado un papel?

Nunca. En absoluto. Al implicarte, te quedan muchos recuerdos y vivencias: si te has quedado feliz con el trabajo, son buenos recuerdos, y si te quedas frustrado te duele. Pero tienes que aceptarlo.

¿Qué le ha dejado este personaje?

Una lección: vive, vive y vive. Ama, ama y ama. No tengas miedo. Y, aunque lo tengas, hazlo. Inténtalo.

¿Lo practicaba usted antes?

Es mi premisa vital absoluta: intentar cosas.

¿Qué más le ha enseñado la vida?

A intentar no juzgar, sino comprender. A uno mismo y al otro. Cuando lo consigues empiezas a sentir ternura, y a ser más capaz de amar. Antes percibía el mundo como un ámbito más hostil, pero ahora tengo más confianza en mí mismo y en el ser humano en general. Creo que la humanidad, como el individuo, tiene un proceso de aprendizaje y maduración, y la humanidad ahora mismo está en un momento adolescente. Hay mucho conflicto, dolor y destrucción innnecesarios. Espero que no cometamos un suicidio colectivo antes de terminar de aprender.

¿Cree realmente que la humanidad está madurando?

Creo que está progresando. Se vive mejor que hace tres siglos. Hay pasos atrás, por supuesto, y muchas cosas que deberíamos haber aprendido no se han incorporado del todo a la vida. Pero en ello estamos.

¿Ayudan el cine y, por extensión, los actores a lograrlo?

Desempeñemos el trabajo que desempeñemos debemos contribuir a sanar la vida. Lo creo. Tanto si haces cine, teatro, periodismo o vendes billetes de metro. No es lo mismo vivir con amargura que mirar a los ojos del otro y sonreir.

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