En un mundo al revés, la primera pregunta –a lo sumo, la segunda- a la que Penélope Cruz tendría que enfrentarse en una rueda de prensa haría alusión a la trayectoria de su hermana menor: "¿Está satisfecha Mónica con su rodaje junto a Gérard Depardieu? ¿Volverá a España?”.

Los paparazzi también querrían saber sobre ‘Mo’: “Hace poco se reencontró con el protagonista de Un paso adelante, Miguel Ángel Muñoz, ¿han iniciado un nuevo romance?”. Ocasionales viandantes tratarían de consolar a la primogénita de los Cruz: “No hagas caso, tú eres mejor actriz. Y, además, eres más guapa”. La prensa elogiaría el gran parecido que la ahora novia de Javier Bardem guarda con su hermana pequeña. Y Penélope, resignada, se vería obligada a repetir en las entrevistas cómo Mónica era una niña tranquila y disciplinada en su infancia.

En la vida real, para acercarse al curriculum de Mónica Cruz hay que aprender a leer entre líneas. Aguardar al tercer párrafo de esa noticia del corazón para averiguar, por ejemplo, que está inmersa en la promoción de un largometraje alemán basado en un cómic, Jerry Cotton, porque en el titular sólo se especifica que no podrá acompañar a su hermanísima a una importante gala de premios, y la entradilla se reduce a una hilera de cábalas sobre quién será, por tanto, el acompañante de la protagonista de Nine.

Las Cruz: uña y carne

Mónica cumplió en marzo 33 años, apenas se lleva 3 con la alcobendina más internacional, pero guarda por ella el cariño y la admiración que las benjaminas profesan por la mayor de la casa.

Todavía recuerda, con los ojos brillantes, como Pe se deshacía en gracietas en las reuniones familiares mientras ella la observaba, atenta, desde el sofá del salón.

Es dulce y reservada. Sólo en contadas ocasiones olvida su timidez, como en aquella entrevista que le hizo el presentador de El Reservado, Luis Alegre, que seguramente ya la conocía de antes, y entonces, con algún esfuerzo, Mónica venció los titubeos y habló largamente de sus seis perros y de su pasión por ser madre, un deseo que la persigue desde hace tiempo. Encontrar un padre para sus hijos no es tan importante y el matrimonio para ella, que vivió de niña el divorcio de sus progenitores, es “difícil”.

Amores reales y de ficción

Por su vida han pasado algunos nombres de cine, desde Miguel Ángel Muñoz y Fabián Mazzei, ex compañeros de reparto de la serie UPA, a Paolo, un italiano experto en la gran pantalla. Ahora está soltera. Eso dicen. Ella guarda silencio porque, como a Penélope, no le gusta ni un pelo hablar sobre su vida privada. Los desmentidos sobre los presuntos romances que se le atribuyen, como el del ex novio de Gemma Mengual, los deja en manos de sus abogados. La Wikipedia también le adjudica otro con Joaquín Cortés y que ninguna revista ha referenciado.

Aparte de su faceta de bailarina, actriz, modelo y, recientemente, diseñadora de moda, dicen de ella que es amable y que gana en persona. Que no le gusta la vida nocturna y que su madre, una mujer fuerte, consiguió inculcarle la cultura del esfuerzo y el amor por el trabajo. “Cuando veo a los chicos de 15 años con la litrona se me cae el alma a los pies”, explica. Gracias a la educación que recibió, quizá, su carrera profesional, esa gran desconocida, está hoy llena de ofertas.

De bailarina a mujer fatal

Durante siete años, Mónica recorrió el mundo entero bailando en la compañía de Joaquín Cortés. Luego, en 2002, tuvo la oportunidad de protagonizar la ficción televisiva Un paso adelante (UPA) y se lanzó al mundo de la interpretación.

La serie obtuvo un éxito sin precedentes e impulsó la carrera cinematográfica de la actriz, que ha trabajado principalmente fuera de España.

Entre los proyectos en los que ha participado figuran Last Hour (Pascal Caubet), En busca de la tumba de Cristo (Giulio Base), Astérix en los Juegos Olímpicos (Fréderic Forestier), Jerry Cotton (Cyrill Boss y Philipp Stennert), en el que interpreta a una mujer fatal. Junto a su hermana también ha probado suerte en el mundo del diseño de la mano de la marca Mango y de la japonesa Samantha Tabaza. Dicen que sus bolsos se venden como rosquillas en el país nipón.

Por Clara Hernández: Sígueme en Twitter.