«Al inmigrante le va bien en Málaga»

20 minutos conversa con personas que han conseguido los ansiados papeles y otras cuyo sueño es tenerlos pronto.
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Ignacio Miguel
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La historia de Alfredo Lange es el sueño de cualquier inmigrante. Llegar contando las pesetas, trabajar duro y terminar regentando su propio negocio. En los primeros tiempos hizo de todo: curró en un restaurante, vendió seguros. Tuvo que guardarse el título de Económicas para sacar adelante a la familia que dejó en Venezuela: su mujer y dos hijos. Hace un año montó un locutorio en calle Carretería. «No tenía descanso, doce hora al día, y todos los días de la semana». Pero el negocio se quedó pequeño y abrió un local más grande. Para Alfredo, lo mejor ha sido conocer a gente de todo el mundo. «Soy un psicólogo, escucho sus penas y alegrías, y veo cómo vienen contando el dinero y poco a poco comienzan a mejorar. Al inmigrante le va bien en Málaga».«Es imposible compartir piso con españoles»

Tobías Tobechulcwu es un afortunado. Tiene papeles, trabaja en la construcción y, además, le gusta vivir en Málaga. No tuvo que saltar la valla de Melilla para entrar a España, ni desembarcar en una patera. Salió de su país, Nigeria, en avión, dejando a su familia y hasta un pequeño negocio propio.

El primer destino, Grecia. «No me gustó y decidí venir». De eso hace un año, y ya Tobías está casi integrado. «Me gusta la gente de aquí», afirma. Aunque reconoce que vive con sus compatriotas, porque «es muy difícil compartir piso con españoles, no quieren».

Tobías prefiere no hablar de racismo. «No he tenido ninguna experiencia desagradable de que no me dejen entrar en un bar o de otro tipo, tampoco salgo mucho». Dice que sus jefes le tratan bien. «No me toca el trabajo más duro por ser un extranjero».

«El primer jefe que tuve aquí, me engañó»

Nilda Valenzuela aterrizó hace dos años, sola, con 25 años y dejando atrás, en Paraguay, a su hijo (de 10) y a su marido para buscar un futuro mejor. Llegó con un visado de turismo a Málaga, donde sólo la esperaba una conocida. Ese viaje de turismo terminó casi el mismo día de su llegada y enseguida se puso a trabajar de interna en una casa. «El dueño me engañó, me dijo que me estaba haciendo los papeles, y al final todo fue mentira».

Nilda dejó ese empleo y sus nuevos jefes le han hecho un contrato. «Sólo me falta retirar el carné. Estoy feliz porque podré traer a mi hijo». Su marido ya está aquí. No pudo entrar en la regularización, pero ella cree que hay «alguna posibilidad». No piensan volver a su país. «Sólo a visitar a la familia; me gusta estar aquí, porque se vive mejor», apunta.

«Resulta muy difícil trabajar sin papeles»

Javier Lara era operador de la empresa estatal Petróleos de Venezuela antes de venir a España, hace ya cuatro meses. Primero pasó por Vigo y después llegó a Málaga con su mujer. Dejaron tres niños en Venezuela y aquí ninguno de los dos tiene papeles. No cumplían los requisitos para entrar en la regularización y ahora están a punto de tirar la toalla. «Estoy cansado de caminar y caminar y no conseguir nada».

Javier sólo ha podido hacer pequeños trabajos, porque las inspecciones son continuas. Hoy por hoy sólo piensa en recuperar el dinero que invirtió en el viaje para volver a su país. «Me quiero ir porque no he conseguido ningún trabajo para poder arreglar mi situación». Cree que la vuelta no será fácil, porque la situación en Venezuela no está como para tirar cohetes: «Chávez ha puesto peor el país».

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