'Stranger Things': El verdadero blockbuster de este verano

Mientras Hollywood patalea ante el fracaso de sus reboots, la serie ochentera de Netflix se ha coronado como la verdadera triunfadora audiovisual de esta temporada
'Stranger Things': El verdadero blockbuster de este verano
'Stranger Things': El verdadero blockbuster de este verano
'Stranger Things': El verdadero blockbuster de este verano

A lo largo de estos tres meses (su estreno tuvo lugar el 15 de julio), se han dicho muchas cosas sobre Stranger ThingsY no todas ellas buenas: dependiendo de dónde busque uno, la serie de los hermanos Duffer para Netflix ha sido acusada de ser un cebo facilón para los treintañeros o cuarentones nostálgicos, de ser un producto de baja calidad o, en los casos más extremos, de ser un panfleto reaccionario que aspiraba a inculcar a su público, sibilinamente, los valores de la 'era Reagan', a través de la evocación de su cine. Pero, ante la acogida dispensada al show por el gran público, tanto los Duffer como el servicio de VOD podrían soltar sin complejos aquello de "ladran, luego cabalgamos".  Porque, a lo tonto, Stranger Things ha conseguido desde internet algo que han conseguido poquísimos estrenos de 2016 en pantalla grande: convertirse en un verdadero blockbuster, como los de antes.

Esta afirmación no se debe a las cifras de audiencia de la serie (las métricas de Netflix, caso de que existan, se hallan a buen seguro en otra dimensión, y custodiadas por un ejército de bichos con tentáculos), sino a su calado en los espectadores. Mientras los ejecutivos de los grandes estudios se han pasado este trimestre más atacaos que la pobre Winona Ryder, constatando mediante sus cuentas de resultados que eso de ofrecer reboots y remakes a destajo está dejando de convencer al público, los Duffer han puesto en marcha un proyecto compuesto también, en buena medida, por ideas recicladas... pero que, por una parte, asumía con gusto su condición de homenaje, y, por otra, empleaba dichos conceptos para componer una historia original. Entremos en detalles, y analicemos por qué la jugada ha salido tan bien.

Terrores para todas las edades

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A poco que uno disfrute del ocio audiovisual en compañía, habrá podido comprobar que Stranger Things se ha ganado a muchos sectores demográficos. Los más maduros rememoraban con ella las películas de su infancia, sólo que, esta vez, encarando los miedos propios de la madurez (¿hay algo más angustioso para un padre o una madre que la desaparición de un hijo?). Y, por su parte, el público más joven (ese que no había nacido cuando se estrenó E.T., y al que Los Goonies no le suena ni por accidente) se tomaba su ambientación retro de una forma más irónica, pero también tenía alter egos en las figuras de Nancy (adolescente desorientada) y de los amigos de Will (cámbiales los juegos de rol por la videoconsola e internet, y el resultado se parecerá mucho a una panda de nerds modernos y prepúberes). De esta manera, Stranger Things ha conseguido uno de los santos griales de los ejecutivos de TV: el multitarget, esa capacidad para congregar a toda la familia frente al televisor. O, en este caso, también frente al ordenador.

La guerrera número Once

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Algunos la llaman "Eleven", otras la llaman "Once" e incluso los hay que la llaman "Ce", pero todos coinciden en una cosa: la niña telequinética interpretada por Billie Bobby Brown es el personaje más aclamado de Stranger Things (seguida a corta distancia por la pobre Barb). Algo que se debe a su forma de evocar a múltiples 'niños raros' del cine de los 80 (el protagonista de D.A.R.Y.L -1985-, también creado por un experimento militar, es un buen referente), pero que hubiese resultado mucho menos interesante de no contar con un matiz francamente siniestro, que le debe tanto a Carrie como a un anime tan brutal, y tan poco apto para estómagos sensibles, como Elfen Lied. Más allá de sus ojos de cachorrito, de su afición por los gofres o de su lealtad a sus amigos, Once es un apocalipsis ambulante que podría estallar en cualquier momento. Y esa es una de las razones que nos han llevado a seguirla capítulo tras capítulo.

Los clásicos nunca fallan

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A grandes rasgos, los dos referentes cruciales de Stranger Things han estado claros desde el principio. Por un lado, Steven Spielberg, y, por otro, Stephen King. Influencias, que, señalemos, se dejan notar para lo bueno y para lo malo. Del hombre de la gorra, los Duffer han tomado su mezcla de fantasía y costumbrismo (con especial fijación por las familias rotas), así como su capacidad para empatizar, pero también su tendencia a la sensiblería. Y, si su terror cotidiano y sus niños víctimas de acoso vienen del escritor de Maine, también han tomado de él su tendencia fatal a enrollarse y a explicar demasiado. Aun así, mientras muchas series y muchas películas se lanzan (y, algunas, se estrellan) buscando atraer al público adulto a base de resultar rabiosamente contemporáneas, Stranger Things ha descubierto algo de lo que más de un señor (o señora) con traje habrá tomado nota: buena parte de su éxito se basa en recuperar temas y estéticas que no pasan de moda. Fíjate tú: exactamente igual que En busca del Arca perdida (recuperando las viejas películas de aventuras exóticas) y Star Wars (ídem para los seriales de aventuras en el espacio). Ahora sólo falta que otras series modernicen dichos elementos, en lugar de presentarlos como un revival.

Se hace querer

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¿Cuándo constatamos que Stranger Things se había convertido en un fenómeno? Pues cuando tanto nuestras conversaciones con los amigos como nuestra vida en internet se llenaron de referencias a la serie: si cada miembro de nuestro círculo más cercano tenía una opinión sobre ella, bien a favor, bien en contra, mientras que la Red iba poblándose con posts (más o menos críticos), fan arts, parodias, fan fiction y otros productos típicos. De esta manera, la serie de los Duffer y Netflix ha conseguido lo mismo que consiguieron, en su día, los clásicos del formato blockbuster: convertirse en tema de conversación y permear la cultura popular. Dejar huella, en suma, aunque es probable que esta acabe resultando efímera. Y justo aquello que títulos como Independence Day: Contraataque Ninja Turtles: Fuera de las sombras no hubiesen podido obtener ni en sueños. Bien nos guste, bien la aborrezcamos, asumámoslo: la auténtica reina de este verano ha sido ella.

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