El ser humano tiene la necesidad de establecer mecanismos de relación con otros individuos. Las reglas mantienen a los sujetos cohesionados entre sí. Algunos teóricos sostienen que esas normas tienen su base en el instinto primario de la supervivencia e, incluso, que se fundamentan en el pavor, principalmente a la muerte o al rechazo social. A veces, el miedo dicta el orden de una comunidad y se introduce en el espíritu de sus miembros, atenazándolos. Sólo unos pocos se atreven entonces a desafiarlo y a anteponer, ante el conformismo y el silencio, su voluntad. Aunque parezca una paradoja, Carmen Martínez-Bordiú, hija de Carmen Franco Polo, nieta del general Francisco Franco, podría ser uno de estos casos.
UN ATRACTIVO… poco convencional
A Martínez Bordiú le brillan aún más los ojos cuando recuerda que jamás ha permitido a nadie tomar las riendas de su vida, que ella, como la duquesa de Alba, ha hecho en todo momento lo que le ha venido en gana y que ni las airadas disputas familiares lograron disuadirla de convertirse en una de las primeras mujeres españolas divorciadas de la Transición. Por eso, y pese a algunos episodios trágicos que enturbiaron su biografía – en 1984 murió su hijo mayor, Francisco, a causa de una accidente automovilístico- considera que ha nacido con estrella.
Hace unos días cumplió 59 años. La primogénita de Carmen Franco lo celebró por todo lo alto a la vez que publicitaba una nueva línea de cremas y geles que llevan su nombre. Poco antes había asegurado que se siente joven de espíritu y que su momento es "el presente". Dicen que su actual marido, José Campos, 13 años menor que ella, apenas le puede seguir el ritmo: "Le interesa el arte, la música, la moda, los viajes… ¡hasta el fútbol! Admiro sus ganas de vivir", reveló el santanderino.
Grandes amores y desamores
La de Martínez Bordiú ha sido una vida salpicada de pasión. Cuando se casó con Alfonso de Borbón tenía 21 años, con quien tuvo dos hijos. Aunque ha admitido que su deseo por entonces era escapar cuando antes de la custodia paterna, asegura que acudió al altar "con ilusión".
En 1975, al poco de fallecer su abuelo, Francisco Franco, decidió separarse y dar el salto a París junto al que, quizá, ha sido su gran amor, Jean-Marie Rossi. Con él compartió una hija, Cynthia, y diez años de amor. Tras el divorcio, inició un romance con el italiano Roberto Federici que nunca pasó por la vicaría. En 2006 contrajo de nuevo matrimonio con José Campos, un empresario llano y noblote de Santander. Aunque los medios no apostaban ni un duro por su relación, la pareja, que ha confesado que duerme en camas separadas, sigue unida.
Por Clara Hernández: sígueme en Twitter.
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